Henri Majak (o Meilhac) (1831-1897), parisino, ejerció ocasionalmente el periodismo, pero su reconocimiento le vino por su condición de dramaturgo y libretista. Por su parte, Ludovic Halévy (1834-1908), parisino también, actuó como escritor en distintos campos, de la novela al drama, y como libretista de óperas y operetas. La colaboración entre ambos, desde 1860, se mantuvo a lo largo de veinte años y, como ocurre en tantas obras hechas a dúo, será difícil establecer qué pertenece a uno y cuánto al otro; el ingenio y la vivacidad de aquél armonizaba con el rigor y la profundidad de éste, si bien es cierto que esas capacidades se alternaban con cierta frecuencia. Ambos fueron miembros de la Academia Francesa. Ellos son los autores del libreto que, basado en la novela de Mérimée, daría lugar a la ópera Carmen cuya música fue compuesta por Georges Bizet (1838 -1875).
Argumento
Acto I.
Se muestra la ciudad de Sevilla. Una plaza a cuya derecha se levanta la Fábrica de Tabacos y enfrente el cuartel del regimiento de Almansa. Un grupo de soldados forma delante del cuerpo de guardia mientras los transeúntes van y vienen por un lado y por otro. El cabo Morales y sus dragones comentan el discurrir de esta gente; se fijan en una joven, Micaela, vestida con falda azul y peinado de trenzas, que les pregunta por el cabo José; al no estar éste se marcha decepcionada sin atender los requerimientos del militar. Se produce el cambio de guardia al tiempo que unos muchachos parodian la actuación de los soldados. Morales comunica a José la visita y éste dialoga seguidamente con el teniente Zúñiga; el superior se interesa por la actividad de la fábrica y ambos conversan sobre el carácter de las andaluzas; el cabo se muestra remiso sobre las continuadas bromas de estas mujeres a la vez que declara su procedencia navarra, su condición de cristiano viejo, así como las razones por las que se incorporó al ejército tras inacabados estudios en el seminario y refriega cruenta con un jugador de frontón. Sobre Micaela informa que es paisana, huérfana, recogida por su madre y de 17 años de edad. Ambas mujeres viven cerca de Sevilla y están pendientes de la actividad de José.
La salida de las cigarreras interrumpe la conversación; salen airosas, cantando y sorteando dimes y diretes con los soldados que las piropean. Entre ellas destaca Carmen; recibe requerimientos de los militares y solicitudes de amor mientras don José se mantiene indiferente y más atento a reparar la cadena para su baqueta. Carmen le lanza una flor de casia que lleva en el corpiño y éste, turbado, pensativo, acaba recogiéndola. En ese momento llega Micaela: le lleva una carta de su madre, dinero y un beso. Don José intuye el peligro proveniente de Carmen, una bruja en su opinión, y, por contra desea que se cumplan las peticiones de la madre: volver a su tierra, casarse, vivir feliz. Un grupo de cigarreras sale gritando de la fábrica; una reyerta entre ellas pone el nombre de Carmen en boca de todos porque ha acuchillado en el cuello a otra compañera. El teniente Zúñiga la detiene y ordena a José que la conduzca a prisión. La mujer engatusa al militar para que la deje en libertad y éste, seducido por sus palabras y su atractivo, deja flojas las ligaduras antes de partir. Conversan ambos sobre su común paisanaje navarro, la procedencia geográfica de uno y otro, la raza gitana a la que Carmen pertenece y la conveniencia de verse juntos en la taberna de Lillas Pastia donde ella baila seguidillas. Camino de la cárcel, Carmen se desata, burla a los militares, empuja a Don José y desaparece.
Acto II
Comienza en la Taberna de Lillas Pastia. Allí se encuentran el teniente Zúñiga, el cabo Morales, junto a las gitanas Mercedes y Frasquita. Éstas le hacen coro a Carmen mientras canta una canción de ritmo frenético en la que se describen eróticas escenas entre gitanos y cíngaras al compás de música embriagadora. Luego, los militares y Pastia discuten sobre las actividades ilegales de la taberna y la habitual actuación de los contrabandistas. El teniente informa a Carmen acerca de la degradación y encarcelamiento sufridos por el cabo Don José debidos a su huida. Al fondo se oye un coro que vitorea a Escamillo, un torero que, tras su éxito en Granada, pretende emular a Paquiro y a Pepe Hillo esta tarde en Sevilla. Todos brindan por él y éste, agradecido, describe escenas taurinas que deben terminar con la recompensa del amor. Carmen, ante tal cuestión, le sugiere que espere con paciencia. Salen los militares y a poco entran el Dancaire y el Remendado, quienes solicitan ayuda a las mujeres para sus menesteres del contrabando y la necesidad de distraer a los militares. Carmen se resiste argumentando que está enamorada; ellos le ruegan que combine amor con deber, pero ella antepone aquél a éste. Mercedes y Frasquita ya saben que espera a Don José, el militar a quien facilitó un pan con lima y dinero dentro. A su llegada, Carmen le pregunta por qué no usó la lima en su beneficio; el militar justifica su condición y descarta la deserción. La Carmen que ha bailado para los oficiales quiere hacerlo también para José y en su honor bailará la romalí acompañándose de castañuelas. En lo mejor del baile suena el toque de retreta y el militar antepone el deber de pasar lista a la continuidad de la danza. Carmen se burla de su actitud y le recrimina el carácter de su amor. Llega el teniente; ve a Don José y le ordena marcharse, pero éste se niega. En el inicio de la pelea entran el Dancaire y el Remendado quienes se lanzan sobre él, lo desarman y lo encierran. A la pregunta de Carmen si José es ahora de los suyos, éste responde con un “¡qué remedio!”.
Acto III
Con noche cerrada en la serranía comienza el acto III. Unos hombres transportan fardos. Contrabandistas y gitanas forman grupo con Carmen y Don José. Pretenden introducir las mercancías en la ciudad burlando la guardia de los militares. Don José se excusa ante Carmen por el modo empleado con ella y ésta le increpa sobre la naturaleza de su relación. Ella, ante todo, quiere ser libre y que nadie la controle. Él alude a su condición de diablo y ella le responde que las cartas expresan un final en el que ambos acaban juntos. Frasquita y Mercedes discuten sobre la condición del amor, romántica la primera, práctica la segunda. Los bandoleros indagan sobre la identidad de los aduaneros y Carmen garantiza el control sobre ellos. Un guía acompaña a Micaela que busca a José; cuando queda sola repara con su miedo en la empresa que debe resolver. Después entra Escamillo que se encuentra con Don José. Se identifican y mencionan sus relaciones con Carmen en conversación resuelta al unísono. Micaela encuentra a José y le comunica el estado de su madre que quiere morir tras haberlo perdonado. Ambos parten.
Acto IV
Para iniciar el acto IV se ofrece la plaza de toros de Sevilla. Ambiente taurino, festivo, alegre. Venden abanicos, naranjas, el programa, gemelos... Se celebra la llegada de la cuadrilla y el paseíllo. Carmen se declara vehementemente a Escamillo. José, en el colmo de los celos, deambula por los tendidos buscando a Carmen. Le pide que no la abandone y ella contesta que nació libre y libre morirá. El navajazo de José mata a Carmen. Él se lanza sobre el cadáver clamando “Carmen mía”, mi adorada Carmen, mientras Escamillo aparece por las escaleras de la plaza.
La ópera y sus variantes
La ópera Carmen fue estrenada en París en 1875. El mero contraste entre una pieza literaria (tres capítulos más un cuarto ensayístico) y otra (cuatro capítulos) permite comprobar que el libreto comporta tanto la ampliación (Escamillo) o creación (Micaela) como la reducción (el narrador-viajero extranjero, El Tuerto, marido de Carmen, Córdoba y otros topónimos andaluces) de personajes y lugares; de manera especial se incrementa el color local y el exotismo, que, con la música y los coros crean el espectáculo. Su vinculación a la “ópera-cómica”, donde la sencillez de hechos junto a las partes habladas y cantadas es rasgo prioritario, la enfrenta al sólido discurso wagneriano, triunfante en la época. El subrayado folklorista y la tendencia a la españolada la distancia de la obra originaria mientras que la potenciación de lo exótico la sitúa en las denominadas óperas de la exogamia. El fracaso de su estreno no fue óbice para un posterior éxito mundial que ya no pudo conocer el compositor. Éste, también visitante de España, admirador de la música mediterránea, se vio influido por muchos de sus rasgos y se hace evidente en la habanera cuyo antecedente está en la composición El arreglito, de Iradier, hecha pública en 1864.
Carmen, literatura y ópera, nace, pues, de dos géneros considerados “menores” y, en su época, controvertidos: la novela corta y la ópera-cómica. Seis lustros después, Meilhac y Halévy escriben el libreto de la ópera, a la que Bizet pondrá música. Las derivaciones de esta serán tan variadas como disparatadas, pero tal cuestión ofrece algunos antecedentes que están lejos de mostrarse como justificaciones. Los estereotipos consagrados en Europa, especialmente en Francia y en Inglaterra, ofrecen marcados rasgos de andalucismo y, en muchos casos, la sustitución de estos por lo español. La Andalucía pintoresca capaz de convertirse en tópico de cartel turístico fue inventada por la burguesía inglesa que llegó por mar a las costas españolas del sur. La iconografía nacida de esta concepción incluyó los convencionalismos al uso y generó los tópicos más comunes. El Romanticismo modificó los rasgos arquetípicos del español; allá donde el siglo áureo los concebía reflexivos y astutos, acorde con los rasgos de un imperio, las nuevas modas decimonónicas conformaron un español más impulsivo y espontáneo, propio de un país en cuyos dominios el sol había dejado de brillar. De este modo, los románticos contribuyeron a establecer variadas tipificaciones nacionales en estrecha relación con variantes regionales; y ello, hasta tal punto que la escasa distancia entre el prototipo y su caricatura confundía a ésta con aquella y sustituía a la segunda por la primera; Carmen no será excepción.
Ilustración: La soprano francesa Lucienne Bréval interpreta la ópera Carmen (Ignacio Zuloaga, 1909. Foto: Hispanic Society of America).
Próximo capítulo: Carmen, de Vicente Aranda (y III)