Rafael Utrera Macías

Galdós en Televisión Española: una oferta más escasa que generosa

La televisión del franquismo y la correspondiente a la primera etapa democrática se caracterizó por la utilización de autores clásicos y contemporáneos, españoles o extranjeros, en numerosos programas que, tanto en la primera cadena (VHF) como en la segunda (UHF), ofrecieron obras de Lope y Calderón, de Shakespeare y Goethe, de Strindberg y Beckett, de Pinter o Jorge Díaz. Los espacios en los que se emitieron se llamaron “Teatro de siempre”, “Hora once”, “Estudio 1”, u otros, como “Los libros” o “Cuentos y leyendas”, donde la literatura, en sus variadas formulaciones dramáticas o narrativas, tenía lugar privilegiado en una programación ofertada en horario de máxima audiencia. Y ello, naturalmente, en tácito acuerdo con las jefaturas de programación, desde donde se velaba por impedir cualquier disonancia con las líneas políticas de la dictadura o de la joven democracia. Por señalar un texto galdosiano, ahí está la versión de Miau (1969), escrita y dirigida por José Luis Borau, que purgó varios años sin estrenarse y se emitió, en 1972, con 16 minutos menos de lo filmado y por la segunda cadena (cuando el programa se había emitido por la primera). La crítica a la administración española, la movediza vida del funcionario cesante, la incidencia familiar, más el suicidio del personaje Villamil, pareció un cúmulo de excesos a los directivos de la Tv del momento y la censura se satisfizo con los castigos ya mencionados.

En los albores de TVE, allá por 1962, se emitió, en directo, una versión de Marianela que interpretaron José Luis Pellicena y Nuria Torray; los fondos de nuestra televisión pública no parecen guardar grabación de la misma. Años más tarde, en 1974, se emitió una adaptación de “La fontana de oro” por parte de Jesús Fernández Santos para el programa “Los libros”; las ideas galdosianas formulaban la defensa del liberalismo (sin caer en radicalismos) en paralelo con las libertades constitucionales; la introducción, efectuada por Alonso Zamora Vicente, entonces secretario de la Real Academia Española, adecuaba el carácter del texto al contexto de los últimos momentos del franquismo. Otros títulos galdosianos emitidos por nuestra televisión fueron la versión de “El abuelo”, con adaptación y dirección de Alberto González Vergel, emitida en 1969 por la primera cadena dentro de programa “Estudio 1”.

Ya en la época de la transición, año 1977, se escribió una versión de “Misericordia” según autoría de Alfredo Mañas, dirigida por José Luis Alonso y realizada por Juan Mediavilla, programada en el espacio “Teatro”. El galdosiano personaje de Benina fue excepcionalmente interpretado por María Fernanda D´Ocón; ella y su espíritu representaron fielmente el concepto de la fraternidad que el escritor defendía en sus obras. Y ciertos valores cercanos al socialismo los manejó el escritor canario en su obra “La de San Quintín” cuya versión se debió a Juan A. Hormigón según dirección de Alfredo Castellón para el citado espacio “Teatro”; su emisión en 1983, con el gobierno de Felipe González en el poder, justificaba el sentido básico de la obra; en palabras de la investigadora Pilar Bellido, “Socialismo sin lucha de clases, pero justiciero e igualitario es un mensaje que cuadraba con las ideas más votadas por la mayoría de los españoles en esas fechas”.

De otra parte, en plena transición, se rodó la versión seriada de Fortunata y Jacinta (1979), dirigida por Mario Camus. La profesionalidad de su director junto al generoso presupuesto económico, permitió ofrecer un producto donde el esencial madrileñismo galdosiano devenía en un costumbrismo cosmopolita marcado por la "estética" propia de las series televisivas denominadas "grandes relatos", capaces de interesar por igual a espectadores de países tan distintos como distantes. Un "texto cinematográfico" compuesto de diez horas, fragmentado para el espectador en otros tantos programas,  comportaba una narración con capacidad para mantener la mayor  parte  de  las situaciones y personajes y, por ello mismo, quedaba convertida en un discurso donde, lejos de cualquier subversión interpretativa, se garantiza,  por  medio  de una misma  línea  argumental,  máxima  fidelidad  y obediencia al original. Decoración, música, actores, fotografía, completaban los valores de una eficaz adaptación literaria.


La obra galdosiana vista por la cinematografía mexicana: algunos ejemplos significativos

La  cinematografía  mejicana  que, entre 1943 y 1958,  produce  lo más significativo de la filmografía galdosiana comentada a continuación, está caracterizada por su expansión en los mercados extranjeros y el afán  de universalidad  en sus temas; las frecuentes crisis motivadas por razones  diversas obligan a una fluctuante producción que repercute en el anquilosamiento de asuntos y tratamientos, algunos, como el  "melodrama  cabaretero", redundantes en extremo; la promulgación de una ley cinematográfica reguladora de su actividad  y el prestigio logrado por cineastas como Emilio "Indio" Fernández y Luis Buñuel, por actores como Cantinflas y María Félix, por  profesionales como el fotógrafo Gabriel Figueroa, son novedades en una etapa de producción tan adocenada como numerosa donde sólo ocasionalmente  hace  acto de presencia la crítica social o  el tema indigenista; la implantación de la televisión en sectores populares, la atención juvenil a otras formas de ocio, condicionaron el devenir de una industria que se  enfrentó a viciados planteamientos. La filmación de Nazarín, por Buñuel, puso punto final a una época caracterizada por la hegemonía capitalista en la producción y el control de la iniciativa privada en la exhibición; el auge del cine independiente y de autor, impulsado desde las cinematografías europeas, cerraría una etapa donde la novelística galdosiana se convertía, salvo excepciones, en una gloriosa banalidad.

Las conservadoras tendencias artísticas del cine mejicano (al menos en la etapa cronológica que historiamos), realizó, por lo general, unas versiones que recalaban en lo folletinesco tras enfatizar lo melodramático; el diferente contexto social e histórico donde los hechos se sitúan en novela y película (España y Méjico) acababa otorgándole a ésta un sentido bien distinto a su original literario. García  Riera en su “Historia documental” (a la  que seguimos)  puntualiza algunos casos así resueltos y remite a  un anecdotario que afecta tanto a la filmografía del escritor como a la manipulación sufrida por su novelística.

“El abuelo”, obra filmada por José Díaz Morales con el título de Adulterio (1943) ofreció, como puede deducirse de su título, una versión de marcados tintes folletinescos. Doña Perfecta, de Alejandro Galindo, interpretada por la insigne Dolores del Río, trasplantaba su historia al Méjico del último tercio del  siglo por  lo que, en opinión de Álvaro Custodio, perdía tanto su valor simbólico como la mayor parte de su dramatismo; la tragedia del pueblo español quedaba reducida a mero incidente en un país revolucionario donde había triunfado la causa liberal; Riera estima que Galindo  manipuló los personajes galdosianos reduciéndolos a rutinarios esquemas fabricados por su  cinematografía, de manera que Perfecta resulta una caricatura extrema de la dama matriarcal, y el sacerdote Don Inocencio, convertido en seglar, la esperpentización de las "fuerzas vivas que pululan alrededor de los héroes del melodrama rural", lo que no es óbice para que el realizador "diera a su película la calidad  desconcertante, revulsiva, que no hubiera tenido la simple transcripción del pensamiento progresista"; Galindo convertía en "crítica ridiculizadora de la reacción" lo que Galdós apuntaba como "apología  del  liberalismo"; las apreciaciones de Jorge  Ayala Blanco sugieren mayor benevolencia para un film considerado, en su opinión, la más bella historia de amor contada por su cine y por el "liberalismo político" de uno de sus realizadores, aunque éste haya reducido la fuerza de la obra al "pasar por la criba de una estilización expurgadora de cualidades extrínsecas" el naturalismo galdosiano.

La  loca  de  la  casa (1950), de Juan Bustillo Oro, con  Pedro Armendáriz  en  el  papel  de José María Cruz, y Misericordia (1952), producida por nuestro Manuel Altolaguirre y dirigida por Zacarías Gómez Urquiza, extrapolaban los específicos conflictos decimonónicos españoles a su coetánea sociedad, de manera que la primera, convertida  en  vulgar melodrama, servía para  justificar "el  auge capitalista mexicano del momento a partir de modelos literarios ya  digeridos" y la segunda adolecía de la menor verosimilitud  (por  vía  de ejemplo, el personaje de  "El  Moro" quedaba transformado en "indio yanqui"). “Realidad”, convertida por su adaptador y director, el citado Bustillo, en La mujer ajena (1954) no parece ofrecer mayor novedad que sustituir la rotulación de los habituales títulos de crédito por su correspondiente lectura al comienzo de la película.

Resultado bien distinto ofrece la versión de Buñuel, en su película Nazarín, como diremos a continuación.

Ilustración: Una imagen de Fortunata y Jacinta (1979), serie producida por TVE y dirigida por Mario Camus, sobre la novela homónima de Galdós.

Próximo capítulo: Galdós según Buñuel. Nazarín. Tristana (III)