Cine-clubs. Películas
El cine-club fue un órgano complementario a la prensa cinematográfica. Una elemental división, utilizando el lenguaje de la época, distinguiría entre cine-clubs “burgueses” y “obreros”; en los primeros, se priorizaba el factor cultural-cinematográfico mientras que en los segundos se tendía a un entendimiento del film como elemento pedagógico y de eficaz adoctrinamiento político. Ejemplos de estos pueden ser el Socorro Rojo Internacional, el Teatro (vinculado al Partido Comunista) y el Studio Nuestro Cinema (dependiente de la revista homónima).
A la actividad de los primeros, en razón de los hechos que historiamos, dedicamos este apartado. Destacan entre ellos el Mirador, el Cinestudio Imagen, el Universitario, el GECI (Grupo de Escritores Cinematográficos Independientes) y el Proa, fundado por Ricardo Urgoiti y dependiente de su productora Filmófono. Por su parte, las Misiones Pedagógicas, creadas por el gobierno republicano en 1931, también se sirvieron del cine gracias a las actuaciones de Gonzalo Menéndez Pidal y José Val del Omar.
Las tareas cinematográficas en la Residencia de Estudiantes fueron coyunturales; no puede hablarse de una organización cineclubística propiamente dicha, lo que no impidió la existencia de algunas proyecciones que se resolvieron con los métodos habituales: presentación y coloquio. Buñuel fue el encargado por la Sociedad de Cursos y Conferencias, en 1927, de organizar las actividades: “vine a Madrid -explica el cineasta en Mi último suspiro- para hablar del cine de vanguardia y presentar varias películas: Entreacto, de René Clair, la secuencia del sueño de La fille de l´eau, de Renoir, Rien que les heures, de Cavalcanti, así como varios planos de máximo ralentí, como el de una bala saliendo lentamente del cañón de un arma".
En efecto, además de los títulos citados se proyectaron, ya en 1928, La pasión y muerte de Juana de Arco, de Dreyer (presentada por madame J. Victor Hugo), La glàce a trois faces, de Jean Epstein, La coquille et le clergyman, de Germaine Dulac (explicadas por Buñuel) y, en 1929, Un perro andaluz, de Buñuel-Dalí. Alberti, en La arboleda perdida, recuerda estas exhibiciones en los salones de la Residencia.
Por su parte, las actividades cinematográficas de La Gaceta Literaria se canalizaron a través de El Cine-club Español; creado e inaugurado por Ernesto Giménez Caballero el 23 de diciembre de 1928, termina sus proyecciones en mayo de 1931; las veintiuna sesiones celebradas tuvieron lugar en los cines Callao, Palacio de la Prensa, Royalty, Goya y Hotel Ritz. Entre los escritores e intelectuales que presentaron, de uno u otro modo, los títulos exhibidos, contamos a Ramón Gómez de la Serna, Pío Baroja, Benjamín Jarnés, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Julio Álvarez del Vayo, Luciano de Feo, Eugenio Montes, Miguel Pérez Ferrero, Germaine Dulac y los doctores Lafora y Marañón. El cine vanguardista, el ruso, el científico, el educativo y el de animación, se exhibieron en veladas culturales donde el arte silente era la estrella, unas veces como fin y otras como medio.
En la "primera época" se organizaron siete sesiones; entre otros títulos se proyectaron: Tartufo, de Murnau, La estrella del mar, de Ray y Desnos, El cantante de jazz, de Crosland, Entreacto, de Clair y Picabia, Zalacaín el aventurero, de Camacho, Moana, de Flaherty, El difunto Matías Pascal, de L'Herbier, El navegante, de Keaton, con una antología del cine cómico, y Avaricia, de Stroheim. Las alocuciones y presentaciones sobre tales títulos y autores corrieron a cargo de Ramón Gómez de la Serna, Pío Baroja, Benjamín Jarnés y el propio Giménez Caballero.
La "segunda etapa" comenzó en diciembre de 1929. A lo largo de siete sesiones, celebradas en los cines Royalty, Goya, Teatro de la Princesa y Hotel Ritz, se dieron a conocer obras relacionadas con el cine ruso, el vanguardismo americano, el documental educativo, la biología, etc.; Eugenio Montes, Gregorio Marañón, Julio Álvarez del Vayo y Luciano de Feo fueron sus presentadores. Tanto en la sesión octava como en la decimocuarta, se proyectó Un perro andaluz; obviamente, en la primera, se hacía el estreno en España.
Todavía tendría el Cine-club Español una "tercera época" que abarcaría desde Noviembre de 1930 a Mayo de 1931, con siete sesiones en las que se proyectaron, entre otros títulos, Esencia de verbena, de Giménez Caballero, Romance sentimental, La línea general y El acorazado Potemkim, de Eisenstein, El gabinete del doctor Caligari, de Wiene, El sombrero de paja de Italia, de Clair, etc. Aparte de controlar la organización, Giménez dirigió en varias ocasiones la palabra a los asistentes, presentó un título de Clair y proyectó sus films Noticiario del Cine-club, en la sesión 12, y Esencia de verbena, en la 15.
La protesta del espectador tuvo lugar en algunas ocasiones. La segunda sesión fue duramente criticada. El estreno de Un perro andaluz, presentado en la octava, acabó con la intervención de la fuerza pública en la sala; esta es la razón por la que se repite la película en la decimocuarta donde se ofrece como "revisión". Las actividades del Cine-club Español se prolongaron por otras ciudades, Barcelona, Valencia, Murcia, Valladolid, Sevilla, etc., así como en Buenos Aires
Películas
En este apartado sólo nos referiremos a algunos films que tienen estrecha vinculación con la vanguardia o con los ambientes culturales y literarios; quedan, por tanto, excluidos aquellos que se inscriben en parámetros comerciales o similares. Entre otros títulos, seleccionamos El sexto sentido (1929), de Nemesio M. Sobrevila, Un perro andaluz (1929), de Buñuel-Dalí, El orador (1929), interpretado por Ramón Gómez de la Serna, Esencia de verbena y Noticiario del Cine club (1930), de Ernesto Giménez Caballero, y Almadrabas (1935), de Carlos Velo.
El film El sexto sentido (1929), del arquitecto Sobrevila, es una pieza exótica en cuya interpretación destacan el cineasta Eusebio Fernández Ardavín y el polifacético Ricardo Baroja; su temática aborda variedad de subtemas que tanto pone en cuestión el arquetípico casticismo como aglutina las tendencias de la vanguardia cinematográfica y construye un significativo collage de las mismas; además, otorga a la cámara cinematográfica la cualidad que al ojo humano le ha sido vedada, según se sugiere en el título.
Sobre Un perro andaluz (1929), de Buñuel y Dalí, aportación de estos españoles al surrealismo francés y que tanta literatura ha generado, nos remitimos, por vía de ejemplo y como original testimonio de época, al comentario publicado por Rafael Porlán Merlo en el diario El Liberal (Sevilla, 30 julio y 2 agosto, 1930) tras su proyección en el Cine-club sevillano dependiente de La Gaceta Literaria. En efecto, el consiguiente análisis "del primer filme superrealista proyectado en Sevilla" le permite al autor hacer una lectura precisa de su argumentación y de su simbología: la obra es una protesta contra la imagen de la mujer sublimada tanto por la literatura como por las costumbres. Ningún arte tradicional le ofrece mejor ejemplo que este film para ejemplificar oportunamente sobre el carácter del superrealismo; el prólogo, la ya famosa secuen¬cia de Buñuel afilando la navaja barbera y sesgando el ojo de la mujer, al tiempo que la nube hace lo propio con la luna, re¬suel¬ve plásticamente "la expresión poética como estricta descrip¬ción de nuestras razones irracionales".
El nuevo arte tentó también a Giménez Caballero en su faceta creativa; desde aquellos tempranos años del cine silente el escritor se percató de la expresividad de la cámara como nueva estilográfica con la que captar, "interpretar", dar testimonio del mundo. Tales inquietudes culturales se plasmaron en los cortometrajes Esencia de verbena y Noticiario del Cine club (1930).
Su actividad cinéfila ofrece semejantes derroteros a los seguidos en su literatura; hay en primer lugar un afán testimonial que se transforma poco a poco en doctrinario, o dicho con las propias palabras de "Gecé", correspondientes a su primera revolución, la vanguardista, y a la segunda, la del sueño imperial; a aquélla corresponderían los films citados; a ésta, Los judíos de patria española, Paraguay, corazón de América, Aranjuez (El sitio real más irreal de España), etc.
A Esencia de verbena, su primera película, la ha calificado como "poema documental de Madrid en 12 imágenes", y es una sucesión de secuencias que organizan una pluralidad de elementos de modo semejante al collage y a la greguería. La producción se elevó a cinco mil pesetas y en su rodaje, efectuado mayoritariamente el 16 de julio en la verbena del Carmen, intervino como operador Segismundo Pérez de Pedro y como intérpretes Polita Bedrós, Samuel Ros, Miguel Pérez Ferrero y Joaquín Goyanes de Osés; el Laboratorio Riera efectuó el revelado. La más famosa secuencia muestra a Ramón Gómez de la Serna actuando de muñeco de pim-pam-pum. La película fue proyectada en París (Studio de Ursulines) y en Madrid (Palacio de la Prensa, sesión 15 del Cine-club). La versión actual se sonorizó en 1947.
Noticiario del Cine-club fue rodada en solitario, sirviéndose Giménez de una cámara Aica; diversas tomas se hicieron en la terraza de su casa, en la calle Canarias. Dice el realizador: "es un documento importantísimo porque están las tres generaciones, con Menéndez Pidal y Baroja por un lado, con Américo Castro y Rivera Pastor por otro, y para acabar, nuestra generación, con Bergamín, Alberti, Salinas, Marichalar... En Esencia... estaba representado el Madrid popular, en Noticiario... el intelectual”.
El orador/ La mano/ Ramón (1928), cortometraje de cuatro minutos de duración, rodado en plano fijo y con un único intérprete, el escritor Ramón Gómez de la Serna, ha sido durante muchos años una incógnita en la historiografía del Cine Español. En efecto, no dispone de títulos de crédito ni de otros elementos identificativos. Sin embargo, hoy se puede asegurar que es una de tantas breves producciones llevada a cabo por la Hispano de Forest Fonofilms, sociedad que pretendía implantar en España el cine hablado con sonido óptico; estaba compuesta por Feliciano Vitores, Enrique Urazandi y Agustín Bellapart. Puede datarse la filmación de esta “Charla humorística” en los primeros meses de 1928. El Fonofilms no llegó a imponerse durante la implantación del sonoro en España. La interpretación de Gómez de la Serna y el locuaz discurso llevado a cabo convierten este minúsculo film en un retrato dinámico de tan significativo personaje.
El biólogo Carlos Velo y el crítico cinematográfico Fernando G. Mantilla se asociaron para rodar una serie de cortometrajes cuyos títulos más significativos serían Felipe II y el Escorial, Castillos en Castilla, La ciudad y el campo, Almadrabas, Infinitos y Saudade. La visión del científico quedaba plasmada en producciones de gran economía de medios. En algunos casos, la experimentación vanguardista partía de los mundos observados por el microscopio.
En Almadrabas (1935), las imágenes recogen las actividades de pesca y manufacturado llevadas a cabo con el atún en la bahía gaditana. La cámara se detiene en la compleja y afanosa tarea humana y en los resultados industriales obtenidos a partir del pescado. La pérdida de varios títulos de estos directores ha hecho que se tome a éste como una película representativa del documental social español, en la misma línea de la escuela británica de Grierson. La música estaba basada en temas populares de García Lorca y Sáinz de la Maza. Velo ha declarado que, junto al compositor Halffter, inventaban variaciones acústicas que luego han sido utilizadas, de semejante modo, en la composición de bandas sonoras.
Ilustración: Dibujo original de Rafael Alberti, dedicado a Rafael Utrera Macías.
Próximo capítulo: La generación literaria del 27. Sus relaciones con la cinematografía: una panorámica cien años después. Cineastas (III)