Enrique Colmena
Ya sé que hay algunos visitantes de CRITICALIA que me reprochan esta postura, pero qué le vamos a hacer: esta manía actual de mantener los títulos originales de las películas, cuando su traducción sería tan sencilla, me sigue pareciendo una majadería.
Simplemente echando un vistazo a los títulos de las películas estrenadas en las últimas semanas, nos encontramos con casos como los siguientes: “American dreamz”, “The white diamond”, “People”, “Cars” o “Honey baby”, todos ellos perfectamente traducibles al español. El caso extremo quizá sea el reciente “Caterina va in città”..
¿Lo decimos ya? La costumbre de mantener el título original de los filmes extranjeros en España obedece a razones tan estomagantes como, por ejemplo, el supuesto prestigio que tienen otras lenguas en nuestro país, dando por hecho que aquí seguimos siendo tan papanatas como para seguir mayoritariamente pensando (como ocurría hace algunas décadas, es cierto) que todo lo bueno viene de fuera, especialmente si está escrito en inglés. Como además se supone que las dos últimas generaciones de españolitos dominan la lengua de Shakespeare, gracias a los más bien cortitos cursos de inglés de nuestro arcaico sistema de enseñanza, pues ya está el tema resuelto. Pues no lo está: aquí la gente menor de cuarenta años chapurrea un inglés macarrónico, y le repatea que el título de un filme, que debe dar pistas sobre su tema, tenga que ser traducido.
Otra cuestión es la mera desidia (por no decir flojera) de los distribuidores yanquis en España: para qué traducir el título de nuestras películas, que los catetos estos de la periferia del Imperio aprendan nuestra lengua (ya saben la consigna oficial, “english only”…). O sea, que entre los carajotes que presuponen superioridad a las lenguas extranjeras y los lacayos que sirven a sus amos, bueno está el patio…
Pero es que esta majadería llega a extremos realmente chocantes: hay películas como la recientemente estrenada “Springtime in a small town”, cuyo título original no es ése, sino el chino “Xiao cheng zhi chun”; pero, claro, ya con ese idioma no se atreven, así que la estrenan con el título internacional, lógicamente en inglés.
Pero es que esta memez no sólo se queda para los filmes supuestamente exquisitos que nos llegan en versión original: ahí están los casos de “Superman returns”, que se estrena tal cual (con el redundante estrambote de “El regreso”), con lo que parece que Supermán se apellida ahora Returns… Algo parecido ocurrió con “Batman begins” el año pasado. “Cars” es otro caso flagrante. ¿Por qué no “Coches”?
Porque además hay otro asunto: cuando las películas llegan a su tránsito por las televisiones, se ve cada ejemplar… Aún recuerdo el caso del (excelente, por lo demás) filme balcánico “Before the rain”, que al llegar a su emisión por el tubo catódico pasó a llamarse como procedía, “Antes de la lluvia”. ¿Qué hubiera costado que el distribuidor, desde su estreno en la pantalla grande, la hubiera traducido tan correctamente?
Sé que mi voz es la que clama en el desierto, porque salvo algunos compañeros de la crítica, la generalidad de la profesión está encantada con esta ridiculez del mantenimiento de los títulos originales. Pues muy bien. Que siga el desfile de papanatas y carajotes, pero conmigo que no cuenten…