María Teresa León dirigió en 1937 la representación teatral de “La tragedia optimista”, de Vsevolov Vischniewsky, que tuvo lugar en el Teatro de Arte y Propaganda de la Zarzuela; su concepción escénica estaba basada en el film “Los marinos de Cronstadt”, de Efim Dzigan, a su vez adaptación de una obra del dramaturgo mencionado. Al margen de sus intenciones sociopolíticas, la versión escenográfica se caracterizó por incluir proyecciones cinematográficas en la representación, tal como anteriormente llevaron a cabo, de un modo u otro, Griffith y Eisenstein o, en España, se hicieron tanto bajo la dirección de Gregorio Martínez Sierra como con las obras de Pedro Muñoz Seca. Al parecer, fue Santiago Ontañón, escenógrafo del montaje, quien realizó las filmaciones, ya con los propios actores del teatro, ya según exigencias de cada cuadro o escena.
Sin embargo, la mayor actividad cinematográfica de la escritora la llevaría a cabo en el exilio. Rafael Alberti y María Teresa León llegaron a Argentina en 1940. En “Memoria de la melancolía”, la escritora ha expresado cuánto significó este país, el de corazón más generoso, para unos exiliados como ellos. La entrada de María Teresa en el ámbito cinematográfico argentino se produjo de la mano del director Luis Saslavsky. Así en 1943 adaptó y escribió los diálogos para “Los ojos más lindos del mundo”, basada en la pieza teatral de Jean Sarment.
Posteriormente, vendría la filmación de La dama duende (1945), basada en el original de Calderón de la Barca, dirigida por Saslavsky. En los títulos de crédito de la película figuran, bajo el rótulo “argumento de”, por este orden, María Teresa León y Rafael Alberti. El poeta parece priorizar la autoría de su esposa mientras él tiende a colocarse, discretamente, en segundo plano o, incluso, reconocerla como exclusivo trabajo de ella. Comparando las características de la obra original y su versión cinematográfica, pueden comprobarse sus múltiples diferencias; el resultado de la pantalla poco tiene que ver con el libro calderoniano. La proliferación de personajes, principales y secundarios, da lugar a una obra coral cuya dialéctica se establece entre una aristocracia tan necia como casquivana y un pueblo divertido sobre cuyas fiestas pesa tanto la celebración como la venta de la cosecha.
El guion de los Alberti toma como pretexto la original “dama duende”, para, de una parte, mantenerla en las aventuras del capitán y de su enamorada, pero, de otra, subvertirla en los aspectos colectivos y contextualizar los amores de la perulera en la dinámica de un pueblo trabajador y festivo al que no le falta un punto de maledicencia si la ocasión lo merece y la egoísta aristocracia le da pie para ello. Se trata de una película en la que gran parte del equipo artístico y técnico estuvo compuesta por exiliados, empezando por los “guionistas”, María Teresa y Rafael. Y junto a ellos, los actores Enrique A. Diosdado, Andrés Mejuto, Ernesto Vilches, Helena Cortesina, además del músico Julián Bautista y el decorador Gori Muñoz.
Del mismo modo, en los créditos de El gran amor de Bécquer (1946), de Alberto de Zavalía, aparecen como guionistas Alberti y León. La cuestión de la autoría vuelve a rondar sobre este título. María Teresa será la autora de la biografía denominada “El gran amor de Gustavo Adolfo Bécquer”, publicada por Losada en Buenos Aires, y cuyo antecedente inmediato es el guion que dará título a la película; ella publicó durante los años de destierro biografías sobre Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid), Jimena, su esposa, Cervantes y Bécquer. Esta última, acompañada de una edición de las “Rimas”, a la que se unían poema y epílogo de Alberti.
El inicio de El gran amor de Bécquer ofrece el ocaso de la vida de Gustavo Adolfo (interpretado por Esteban Serrador), de manera que la construcción de la misma se organiza como un flash-back apoyado en algunos hitos más o menos significativos de la vida del sevillano. Mientras el grupo de amigos le da sepultura en el cementerio, la banda sonora aporta estrofas de “Yo sé un himno…”; un encadenado eficaz presenta a nuestro vate en personal recitado; culminará la descriptiva secuencia enfrentando en el casino a dos poetas, Núñez de Arce (con los suyos) y Bécquer (con los demás), o, por mejor decir, dos tipos de poesía radicalmente diferentes. A la hora de buscar una mínima filmografía sobre el vate sevillano, ésta, de Zavalía, resulta imprescindible. Y además, puede verse a la propia María Teresa interpretando un papel secundario, como “viuda de cuatro maridos”, durante la petición de mano de la señorita Espín.
María Teresa León, tras la escritura de estos guiones, quedaba “mano sobre mano” por las circunstancias políticas de Argentina; sus charlas por Radio El Mundo, por Radio Splendid, acabarían en manos de la censura. Ella misma escribió: “Se acabó la radio, la televisión, el cine…”.
Ilustración: Una imagen de la escritora María Teresa León
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