Enrique Colmena
Robert Altman es uno de los más longevos (con permiso de Manoel de Oliveira) directores de cine en activo. Cumple esta semana setenta y nueve años, y tiene tras de sí una carrera cuando menos curiosa, y con frecuencia estimulante. Pero también llama la atención que, como si de un Guadiana fílmico se tratara, el interés de su cine aparece y desaparece intermitentemente. Forjó su técnica y su carrera en los siempre duros platós de televisión, en los años cincuenta y sesenta, en series míticas del Oeste como "Maverick" o "Bonanza". En cine se destapó, ya en los setenta, con "M.A.S.H.", corrosiva sátira antimilitar, y durante toda la década encadenó un éxito tras otro, a cual más peculiar y siempre con la ironía por delante: "Un largo adiós", "Nashville", "Un día de boda"... Pero todo fue llegar los ochenta y empezar a petardear, desde la versión al cine de "Popeye" a insufribles comedias como "Tres en un diván". Hasta los noventa no recupera el pulso con "El juego de Hollywood", sátira sobre el mundo del cine, que continúa con su obra maestra, "Vidas cruzadas", mirada entre entomológica y cómplice sobre el microcosmos de la vida urbana. Después, fiel a su tónica guadianesca, vuelve a caer, durante el resto de la década de los noventa, en la atonía en filmes como "Prêt-à-porter", visión ácida sobre el mundo de la moda que resulta un fiasco por falta de "punch"; "Conflicto de intereses", desafortunada versión de John Grisham, que no convence a tirios ni a troyanos; o "Cookie's fortune", thriller en clave de comedia (o viceversa); ya en el siglo XXI no parece enderezar el rumbo: "El doctor T y las mujeres" fue un petardo de cuidado, "Gosford Park" parece un "Arriba, abajo" más costeado y supuestamente progre, y ahora aparece con "The company", que no es su primera incursión en el musical pero que tampoco ha tenido una acogida como para tirar cohetes... ¡ay, Guadiana, que no sólo recorres Extremadura y La Mancha, sino que apareces, qué cosas, nada menos que por Kansas City!