Enrique Colmena

El estreno de Rogue One. Una historia de Star Wars, así como los luctuosos decesos de Carrie Fisher, la legendaria Princesa Leia de los episodios IV, V, VI y VII (y una aparición ectoplásmica en la mentada Rogue One), y de su madre, Debbie Reynolds, con solo un día de plazo entre cada muerte, nos da pie a hablar de los intérpretes de la saga más exitosa, en términos económicos, de Hollywood. Porque a lo largo de estos casi cuarenta años transcurridos cuando se escriben estas líneas desde el estreno en 1977 de La guerra de las galaxias (que después sería conocido como el Episodio IV, añadiéndole al título el estrambote de Una nueva esperanza), lo cierto es que muchos han sido los actores y actrices que han puesto cara a los personajes de Star Wars, y se pueden ya establecer una serie de circunstancias, constantes y curiosidades en ellos, y también se puede ver cómo ha evolucionado el papel de algunos de esos roles y los intérpretes que les dieron vida.


Malditos por Star Wars (o si lo sé no vengo)

Es curioso que una de las circunstancias más peculiares que se ha dado entre los actores y actrices de la saga es la de que varios de ellos, que además encarnaron papeles prominentes, pareciera como si hubieran sido malditos por su intervención en la serie. Es el caso de la mencionada Carrie Fisher, a la que interpretar a la princesa Leia Organa en La guerra de las galaxias debió ser lo más parecido a que le tocara la lotería. Lejos de ello, lo cierto es que la vida, tanto personal como profesional de la actriz, no se puede decir que fuera feliz. En lo personal, tuvo serios problemas con el alcohol y las drogas, su relación con su madre (la ahora también difunta Debbie Reynolds) fue atroz (lo que dio lugar a un libro autobiográfico posteriormente llevado al cine, Postales desde el filo), y aunque encauzó su vida profesional hacia la faceta de guionista, lo cierto es que nunca llegó a alcanzar el nivel que presagiaba haber estado, como figura descollante, en una de las sagas más importantes de Hollywood.

¿Qué decir entonces de Mark Hamill, legendario Luke Skywalker de los episodios IV, V, VI y con una breve aparición en el VII? El papel por el que muchos hubieran matado le supuso, sin embargo, su tumba como actor. Entre los episodios IV y V tuvo un grave accidente que le desfiguró la cara, haciendo necesaria cirugía plástica para intervenir en El imperio contraataca. Aparte de eso, su encasillamiento en el papel que le dio fama mundial entorpeció considerablemente su carrera como actor, hasta el punto de que nunca más brilló a aquella altura, y su relación con el cine y la televisión ha estado siempre marcada precisamente por ese papel y los correspondientes homenajes/tributos/parodias que se han perpetrado sobre la saga.

En otro nivel podría considerarse también que la intervención de Anthony Daniels y de David Prowse en Star Wars les ha resultado más que contraproducente. El primero de ellos encarna al dicharachero C-3PO, el robot más ceremonioso que haya puesto en escena el cine, y cuyo dúo con R2D2 supone una actualización tecnificada del Gordo y el Flaco. Daniels se vio también tan encasillado en su personaje, que en su carrera posterior apenas ha podido hacer otra cosa que, o bien volver a interpretarlo en la saga, u homenajearlo o parodiarlo cuando fue requerido para ello. Prowse, por su parte, interpretaba al primitivo Darth Vader en los episodios IV, V y VI, y, como Daniels, su encasillamiento le privó de una carrera diversa en roles y temáticas.

En ese mismo nivel de intérpretes de reparto cuyas carreras se han visto tan condicionadas por sus personajes en Star Wars habría que incluir a Peter Mayhew, que es quien se encuentra bajo los pelos de Chewbacca desde los primeros episodios hasta el VII, y a Ahmed Best, que fue quien prestó su movimiento corporal al personaje de Jar Jar Binks en los segmentos I, II y III. Claro que en el caso de este último, teniendo en cuenta que los fans de la serie no suelen considerar precisamente un acierto su cómica aparición en la franquicia, su ostracismo se puede considerar más bien un castigo por tal circunstancia, aunque el hombre, en puridad, no tenga culpa alguna del desastre de personaje que le endosaron.


Mujeres, de menos a más (o como pasar de princesa a chatarrera)

Los iniciales capítulos de la serie, conforme a los estándares de la época, reservó escasos papeles prominentes para mujeres: era un filme de aventuras y ciencia ficción, y por aquella época mujer y acción parece que no casaban. De hecho, el único personaje femenino relevante de los episodios IV, V y VI era el de la princesa Leia. Eso cambió, aunque no demasiado, en los episodios I, II y III, donde aparecía otro personaje (también de la nobleza: lo que supone el inevitable sustrato disneyano en el cine…), la reina, princesa y senadora (que en cada película aparecía con un título distinto, eso es versatilidad…) Padmé Amidala, interpretada por Natalie Portman. Lo cierto es que su papel guardaba cierta similitud, en cuanto a rol femenino (a la sombra de los masculinos, es cierto), con el desarrollado por Fisher en la primera trilogía, aunque aquí Portman tenía un peso político importante, conforme a su rango y a sus responsabilidades, lo que no quitaba para que también empuñara la pistola láser en las escenas de acción. En estos episodios también aparece otro personaje femenino, el de la madre de Anakin Skywalker, interpretado por la actriz escandinava Pernilla August, pero era “la madre de…”, no era un personaje con entidad por sí mismo.

Eso cambió, con la evolución de los tiempos, en el episodio VII, Star Wars. El despertar de la fuerza, donde el personaje central es una mujer, de nombre Rey (ejem…), interpretada por Daisy Ridley, alcanzando con ello el vértice en el protagonismo de la saga, sin que esta se resintiera lo más mínimo (en términos económicos ese episodio es el record absoluto de recaudación en Estados Unidos/Canadá); además, se observa que la consideración social ha cambiado también sustancialmente: pasamos así de las princesas y reinas a esta chatarrera que, sin embargo, le da sopas con honda a sus ilustres antecesoras. Esa misma normalización social se da en Rogue One, donde la protagonista absoluta es, de nuevo, una mujer, el personaje llamado Jyn Erso (estupenda Felicity Jones), la hija de un científico (supuestamente) traidor, una proscrita, no precisamente alguien en la cúspide de la pirámide social, con lo que hemos salido ganando, por supuesto: ya estamos hasta el gorro de princesitas y otras majaderías.

Así que la mujer ha ganado en importancia en la serie, y a la vez se ha normalizado en su papel social, se ha “plebeyizado” (perdón por el palabro), se ha hecho gente normal.


Errores de casting (o si te he visto no me acuerdo)

Llamativo también es que, con la pasta que se gastan en la serie, sin embargo se hayan producido algunos errores de casting realmente clamorosos. El más evidente era hasta ahora el de adjudicar el papel del joven Anakin Skywalker, el que después será el tenebroso Darth Vader, a Hayden Christensen, un chico que, aparte de mono, es lo más parecido a un palo de escoba: carece de capacidad de transmitir sentimiento alguno, y desde luego, no tiene trastienda de ningún tipo, no se aprecia en él, en ningún momento, que tenga ese lado oscuro que le haga transformarse en uno de los villanos más relevantes de la Historia del Cine. ¿Y tenemos que creernos que este pimpollo con pinta de no haber roto un plato en su vida tiene poderes cuasi taumatúrgicos, y no precisamente de carácter bondadoso? Confirmando esta apreciación, la carrera posterior de Hayden ha sido desastrosa, con títulos de usar y tirar como Aprendiz de caballero y Jumper.

Y es que el papel de Anakin Skywalker parece que está también maldito; no en vano el personaje, en su edad infantil, fue representado en el episodio I por Jake Lloyd, un niño que entonces frisaba los diez años, y del que decíamos entonces, en la crítica de Star Wars. La amenaza fantasma, que no parecía tener lado oscuro alguno. El tiempo parece habernos dado la razón, porque posteriormente sus créditos han sido pocos y más bien mediocres (siendo benévolos…).

¿Qué decir entonces del error que supuso, en el episodio VII, adjudicar el personaje de Kylo Ren, heredero de las malas pulgas de Vader, a Adam Driver. Actor de escaso carisma para quien se supone es uno de los roles más potentes que ha dado el cine, Driver hizo un pelele de su personaje, obligando a que el espectador tuviera que hacer esfuerzos ímprobos para descubrir el Mal, con mayúsculas, detrás de esa cara de pasmao y de esas imposibles orejas de soplillo. Y no es que Adam sea un actor deleznable: en otro tipo de roles, como el que encarna en Paterson, su composición es razonable, meritoria. El error está en adjudicarle un papel para el que, evidentemente, no está dotado.


Los eximios empuñan la espada láser (o cómo hacer compatible a Shakespeare con Walter Scott)

Aunque sagas posteriores como las de El Señor de los Anillos o Harry Potter han incorporado a exquisitos intérpretes (mayormente británicos), actores y actrices peritos en Shakespeare, la primera franquicia que inauguró esta tendencia, si nuestros datos no son incorrectos, fue la de Star Wars. De hecho, en la primera trilogía ya aparecía uno de los grandes de la interpretación, Alec Guinness, que prestaba su venerable imagen al guerrero jedi por antonomasia, Obi-Wan Kenobi, y no se le caían los anillos por marcarse algunas luchas espada láser en mano. También en esa época apareció, en un memorable papel de villano, el gran Peter Cushing. Posteriormente han visitado la serie otros grandes actores como Christopher Lee, Terence Stamp o Samuel L. Jackson (sí, este no es británico, pero sí es un gran actor). El irlandés Liam Neeson, de sólida formación teatral, y el escocés Ewan McGregor, sin el pedigrí de los mentados, también se pueden considerar actores de relieve que se han prestado a enarbolar la espada láser (que parece un fluorescente de colores) para combatir a los malos. Como curiosidad, no ha habido actrices de renombre que hayan pasado por la saga, salvo Pernilla August, exquisita y bergmaniana, formada en el prestigioso Dramaten de Estocolmo. Ah, y no la obligaron a empuñar una espada de colorines…

Pie de foto: Carrie Fisher como la princesa Leia Organa, en La guerra de las galaxias.