Enrique Colmena
De Norma Aleandro (que no "Alejandro", como escribe más de un despistado) sabemos muchas cosas, todas buenas: es una actriz argentina, nacida en familia de actores, con casi sesenta y ocho años a sus espaldas. Eximia actriz de teatro, ha representado sobre las tablas desde clásicos griegos como Eurípides a autores indiscutibles del siglo XX, como Arthur Miller, pasando por los grandes dramaturgos españoles del Siglo de Oro, como Tirso o Lope. También hizo televisión al principio de su carrera, para después construir una notable filmografía en pantalla grande, actuando para leyendas del cine argentino como Leopoldo Torre Nilsson en "Los siete locos", aunque su confirmación le llegaría con su matizado papel de madre adoptiva de hijo de desaparecido por la Dictadura de Videla en "La historia oficial", de Luis Puenzo, hondo mazazo a un sistema político aberrante y a sus penosas consecuencias. El Oscar de Hollywood para la película le abrió las puertas en Estados Unidos, donde interpretó varios filmes, entre ellos la divertida comedia "Un toque de infidelidad".
Ya de regreso a su país, rueda títulos en los que su edad madura resulta un valor añadido, como en "Sol de otoño", de Eduardo Mignogna y, sobre todo, en "El hijo de la novia", de Juan José Campanella, donde borda el difícil papel de una enferma de Alzheimer, con sus lagunas mentales, con frecuencia trufadas de lucidez. Esta Norma tan inusual es el equivalente en femenino de un Federico Luppi o un Héctor Alterio, una grande entre los grandes, y ahora la podemos admirar de nuevo, con su habitual buen hacer, en "Cleopatra" (por cierto, vaya titulito: ¿es que no había otro nombre que no fuera el de la archiconocida película homónima de Joseph L. Mankiewicz?)