Enrique Colmena

El estreno de la adaptación al cine del más reciente “best seller” juvenil, “El niño con el pijama de rayas”, del novelista John Boyne, nos da pie a hablar sobre el Holocausto y las distintas perspectivas que el cine ha ofrecido sobre aquel abominable genocidio. Quizá el atractivo de la obra de Boyne, y consecuentemente de la versión al cine que ha hecho Mark Herman, sea la visión que de los campos de concentración nazis tiene un niño de ocho años, hijo precisamente de un alto mando de las SS que está a cargo nada menos que del más pavoroso de los lugares de exterminio del Tercer Reich, Auschwitz; esa mirada limpia, sin contaminación, que cree que los judíos confinados en el atroz antro no son sino granjeros, ofrece una perspectiva distinta, no por ello menos aberrante, sobre la llamada Solución Final que propugnaba el régimen hitleriano.
Pero han sido muchas las perspectivas en las que el cine ha tratado el Holocausto; la más famosa es, sin duda, la de Steven Spielberg y su “La lista de Schindler”, en la que el cineasta judío-norteamericano glosó la figura del nazi del título, salvador de varios miles de hebreos de la voracidad del Reich. Hay otras visiones menos salvíficas, como la planteada por Francesco Rosi en “La tregua”, la autobiografía del pensador judío-italiano Primo Levi, testigo y víctima a la vez de aquel crimen de lesa humanidad. En algunos casos se plantea la vida de los prisioneros desde el punto de vista de sus ocupaciones en los campos de concentración; así, en “La zona gris”, de Tim Blake Nelson, el tema es nada menos que el colaboracionismo de algunos de los reclusos para ayudar en el exterminio de sus pares a cambio de unos meses más de vida, abocados a una abyecta elección que recuerda, en otro registro, la que tendrá que afrontar el personaje de Meryl Streep en “La decisión de Sophie”, en ese mismo contexto histórico. Otros ejercen también al servicio del Reich en otros menesteres, como los reclusos de “Los falsificadores”, de Stefan Ruzowitzky, abocados a fabricar falsa moneda inglesa y norteamericana, para hundir los mercados financieros de ambos países, todo ello a cambio de una vida (medianamente) regalada en el marco del campo de concentración de turno. Roman Polanski aportará su mirada sobre el Holocausto en “El pianista”, donde el protagonista, Adrien Brody, habrá de ejercer su extraordinario talento ante el piano para solaz de sus torturadores.
La Iglesia y su entorno también estarán en el punto de mira de las distintas visiones que se han hecho sobre el tema; así, en “Amén”, de Costa Gavras, un sacerdote italiano se verá impelido a llevar hasta el Papa Pío XII la verdad sobre lo que está ocurriendo en los campos de concentración, aún a costa de poner en peligro su vida; como también ocurre en “El noveno día”, de Volker Schlondorff, donde otro sacerdote internado en un campo para católicos será chantajeado por los nazis para recuperar su libertad, a cambio de conseguir el favor de la Iglesia hacia la causa de Hitler.
Aunque pueda parecer mentira, también hay en este deleznable contexto histórico algún resquicio para el humor. Fue el que exploró Roberto Benigni en su “La vida es bella”, donde el protagonista deberá montar toda una farsa (con frecuencia descacharrante, a pesar del entorno) ante su pequeño hijo, también preso, para ahorrarle la dura realidad de vivir en un campo de exterminio.
Hay, por supuesto, otros muchos filmes sobre el Holocausto, incluyendo otras historias colaterales que hablan de lo que podríamos llamar el “post-Holocausto”. Así, en “El juicio de Nuremberg” Stanley Kramer ponía en escena el famoso tribunal que juzgó a algunos de los criminales de guerra nazi; en “Los niños del Brasil”, de Franklin Schaffner, aparecía un Josef Mengele (el famoso médico autor de atrocidades sin cuento en los campos de concentración) perpetrando la clonación del mismísimo Führer, en un seguramente involuntario adelanto del reciente disparate de Pedro Temboury, “Ellos robaron la picha de Hitler”… Costa Gavras aportaría también su granito de arena a esta subtrama del “post-Holocausto”; la película se tituló “La caja de música”, y planteaba las dudas que aparecían en una mujer (espléndida Jessica Lange, como siempre) cuando se entera de que su padre, al que adora, podría haber sido un criminal de guerra nazi.
Hay otras muchas películas que han tratado, tratan, y tratarán, el Holocausto y sus consecuencias; no se trata de hacer un recuento exhaustivo, sino de dar algunas pinceladas sobre cómo el cine ha visto aquel execrable crimen contra la Humanidad. Ojalá aún se hagan muchas películas, con las más variadas visiones, para que nunca más el ser humano tenga la tentación de exterminar a su prójimo por razón alguna, pero menos aún por motivos étnicos, religiosos, políticos, sexuales, raciales…