A mi madre le gustan las mujeres

Rosa María Sardá parece estar especializándose, ya en el último recodo del camino, en papeles de mujeres que no dan la esperanza por perdida en cuanto al sexo. Así la vimos en la reciente Anita no pierde el tren, de Ventura Pons, y así prosigue, con variantes, en esta A mi madre le gustan las mujeres, que desde luego no oculta nada en el título... Si en aquélla Sardá se pirraba por los músculos de un (improbable) albañil llamado José Coronado, aquí lo que le van son las pianistas checas de nombre imposible.

París y Féjerman, bragadas guionistas del cine español, debutan como realizadoras con esta comedia entreverada de romanticismo, con mujer lindando con la tercera edad que sorprende a sus tres hijas adultas anunciando su noviazgo con otra mujer; alrededor de esa en principio chocante noticia gira toda la trama, recayendo todo el peso sobre la siempre espléndida Leonor Watling, que aquí compone un personaje complicado, una chica siempre al borde de un ataque de nervios, con problemas de relación con los hombres y que, inopinadamente, será la clave para la (en principio) deseada, por las tres hermanas, ruptura de la relación de la madre.

Aunque la primera parte resulta titubeante, con escasa garra en la puesta en escena y un guión más bien plano, que lo fía casi todo en la inesperada sorpresa de la relación lésbica de la madre y en el buen hacer de las actrices (aquí los actores son poco más que un paisaje), la historia va ganando en consistencia conforme vamos conociendo algo mejor a los personajes; así, terminaremos entendiendo la honestidad a carta cabal de la checa, el verdadero amor, colindante con el dolor, de la madre, la voluntad de felicidad para con ella que finalmente alienta a las hijas.

Tal vez quizá demasiado benévola, sin aristas, la comedia funciona razonablemente bien, y permite abrigar esperanzas de que París y Féjerman, además de aventajadas guionistas, puedan ser algún día buenas directoras.