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El debut en la dirección cinematográfica de largometrajes (antes había hecho solo un corto) del actor, guionista y productor Ben Affleck fue este atormentado thriller basado en una novela de Dennis Lehane, un escritor que ha visto varias de sus obras llevadas (generalmente con acierto) al cine. Suya es la materia argumental de la que parten films como Mystic river (2003), de Clint Eastwood, Shutter Island (2010), de Martin Scorsese (curiosamente la más floja de las adaptaciones que estamos comentando, a pesar del reconocido prestigio de su director), La entrega (2014), de Michaël R. Roskam, y Vivir de noche (2016), dirigida por el propio Affleck.

Habitualmente, Lehane escribe un tipo de novela policíaca que, sin abandonar los esquemas del género, los trasciende generalmente con lecturas morales de compleja resolución. Es el caso: para su debut en la dirección cinematográfica, Affleck jugó sobre seguro con esta historia (la cuarta de las novelas que desarrolla el ciclo de los detectives Kenzie y Gennaro) que tendrá varias revueltas, y que parte de un caso de secuestro de una niña de 4 años en uno de los suburbios chungos de Boston, habitual microcosmos de las novelas de Lehane. Una pareja de detectives privados, hombre y mujer, que además tienen una relación sentimental entre ellos, son llamados por la tía de la niña desaparecida para que ayude a la Policía, que no tiene pista alguna sobre el caso. Pero cuando los detectives empiezan a tirar de hilos, encuentran con que las cosas no son exactamente lo que parecen...

Affleck, en este su debut como director, demuestra un par de cosas: una, que todavía le faltaba por aprender el estilo que después desarrollaría en films como The town. Ciudad de ladrones (2010), la oscarizada Argo (2012) y, sobre todo, la infravalorada Vivir de noche, una de las mejores películas de hampones de los últimos tiempos, y que sin embargo se pegó la gran costalada en taquilla (y, lo que es casi peor, fue objeto de mofa y befa por una inicua crítica norteamericana, como si Affleck fuera el nuevo tonto del pueblo y no uno de sus más interesantes cineastas). Adiós, pequeña, adiós no tiene todavía la clase superlativa de sus títulos posteriores; pero, y este es el segundo punto que demuestra Ben, aunque no tuviera entonces la elegancia de sus siguientes films, sí tenía ya la capacidad de enganchar al espectador con una trama subyugante, con una buena puesta en escena, con un ritmo que no decae nunca, con una mezcla notable de acción y reflexión.

Con un atroz dilema moral con el que concluye el film, y sobre el que el director no toma partido, dejando al espectador que decida qué hubiera hecho él en el lugar del protagonista, Adiós, pequeña, adiós resulta ser un percutante, con frecuencia doliente thriller sobre derechos que colisionan: los de la madre a tener a su prole, los de los hijos a tener un futuro mejor, los de los que lo perdieron todo a poder dar lo mejor de sí mismos a quienes carecen de ello y merecerían una oportunidad. Film complejo y doloroso, el final lacera al espectador como deja exhausto moral, vitalmente, al protagonista, en una película que, ciertamente, va bastante más allá del mero thriller de entretenimiento.

Y eso que Casey Affleck, el hermano de Ben, no es precisamente Laurence Olivier, y su cara de pasmado y actitudes tirando a estólidas no son las mejores para un personaje que, quizá en otras manos, podría haber dado más de sí. Nos quedamos entonces con dos maestros de la interpretación, los siempre espléndidos Ed Harris (en un personaje de muchos pliegues, no todos claros) y Morgan Freeman.


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114'

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Adiós, pequeña, adiós - by , Mar 20, 2018
3 / 5 stars
Atroz dilema moral