En 1975 Michael Douglas, que entonces no era conocido sino por ser el hijo con aficiones artísticas del gran Kirk Douglas, compró los derechos de la exitosa novela de Ken Kesey One flew over the cuckoo's nest, y encargó su adaptación al cine al checo Milos Forman, exiliado en Estados Unidos desde que tuvo que salir por pies de su país tras la Primavera de Praga.
Un ladino presidiario consigue hacer creer a sus carceleros que está algo chalado, por lo que es trasladado a un sanatorio psiquiátrico. Allí gobierna a los internos con mano de hierro una enfermera de tendencias no precisamente liberales. El delincuente se erigirá entonces en una especie de líder para los locos...
Forman traza una escalofriante parábola sobre la libertad y el poder, y hasta qué punto la primera está sojuzgada y limitada por la ambición, el placer inmenso de ordenar sobre la vida de otros.
La Academia de Hollywood premió ese esfuerzo con cinco Oscar, entre ellos los de Dirección y Actor Protagonista, para un Jack Nicholson que se despachó a gusto, en un papel que, ciertamente, parecía hecho a la medida de su capacidad para gesticular y de hacer el majara.
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