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Las previsiones no podían ser peores: Hugh Grant, el actor menos sexy que en el mundo haya sido, siempre en busca del record Guinness de balbuceos por segundo, haciendo pareja con Sandra Bullock, cuya carrera artística, desde sus primeros éxitos comerciales con Speed y Mientras dormías, languidecía inexorablemente.


Sin embargo, y contra todo pronóstico, ambos consiguen un aceptable grado de química, ya que no en el aspecto erótico o sensual (en ese punto producen la misma excitación que dos corchos haciéndose arrumacos), sí en el de la comedia pura y dura.


Y parece como si ese mismo divorcio entre la química de la pareja cómica y la romántica se transmitiera a la propia trama: así, toda la primera parte, la de pura comedia, es ligera, divertida, con diálogos chispeantes, la más bien improbable historia de un magnate de la construcción, atolondrado y casanova, que se busca como abogada a una luchadora por los derechos civiles, ecologista, progre..., vamos, una Hillary Clinton sin Clinton, con veinte años menos y no "instalada". Ese tramo es ágil en los gags, creíble dentro de lo lunáticas que son todas las comedias americanas, pero agradable en su extraña mixtura. Hacia el final, cuando la comedia desemboca directamente en el romanticismo, con los dos patosos haciendo como que se quieren, la cosa cambia para peor.


Marc Lawrence, el director, debuta en la realización cinematográfica (en televisión había rodado alguna cosa) procedente del guión; suyos eran, curiosamente, los libretos de dos de los anteriores vehículos a mayor gloria de Bullock, Las fuerzas de la naturaleza y Miss Agente Especial. Se ve que Lawrence, además de buen muñidor de historias entre cómicas y románticas, tiene hechuras en la dirección, que no se nota en ningún momento sea la de un novato.


Algún despistado dirá que esta comedia no hace sino agredir a los grupos progresistas de Estados Unidos, por aquello de que, teóricamente, domestica a una de las suyas (la abogada que hace Bullock). Y no hay tal; ya sabemos que todo es política, y que todo está ideologizado, de una forma u otra, pero si hubiera que hacer una lectura en esa clave de esta comedia intrascendente y agradable, tal vez fuera al contrario: el que queda mal es el magnate sin escrúpulos que arrolla con el poder de su dinero cualesquiera otros valores que no sean del verde color del dólar.


Por cierto, de los varios gags divertidos me quedo con el de las monedas en el café del indigente, pura orfebrería con más de una lectura, a cual más sabrosa...



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100'

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Amor con preaviso - by , Feb 23, 2016
2 / 5 stars
Monedas en el café