Bajo terapia

España, en nuestro tiempo, en una ciudad indeterminada de España (no se indica en ningún momento, pero el rodaje tuvo lugar en Pamplona, Navarra). Tres parejas mixtas, de hombres y mujeres en torno a la cuarentena o la cincuentena, van llegando a un local donde se van a someter a una terapia de parejas. Encuentran allí una nota de la psicóloga, quien les dice que ellos mismos serán los que dirigirán la sesión, abriendo consecutivamente los sobres numerados que hay sobre la mesa, debiendo poner en práctica lo que en ellos se detalla. Abren el primero, donde se les indica que deben decir el nombre de cada uno y a qué se dedican. Para pasar al sobre siguiente alguno de los presentes tiene que tocar una corneta de la que disponen en el local. Iremos conociendo entonces a Esteban (que quiere ser llamado Teddy), que dice ser “personal shopper”, un tipo extrovertido, vitalista, bromista, y a su pareja, Carla, arquitecta; él quiere desde hace tiempo que se vayan a vivir juntos, pero ella tiene reticencias; tuvo una mala experiencia anterior con un ex. Daniel, contable, dice ser un hombre feliz; con su mujer, Laura, tienen dos hijos, el mayor de los cuales tuvo un accidente con el coche, aunque no se lo habían dejado; las heridas no fueron graves, pero aquello ahondó en la mala relación de los padres, que se reprochaban mutuamente haber dejado que el hijo hiciera tal cosa. En cuanto a la tercera pareja, Roberto es comercial, y su mujer, Marta, profesora de guardería, pero la expulsaron hace algún tiempo porque tiene problemas con el alcohol. Parece evidente que él mantiene una relación de dominio sobre ella. Se van sucediendo los sobres abiertos, y la confrontación de los distintos caracteres de los participantes en la terapia, en especial los de los hombres, empieza a tensar el ambiente, sobre todo cuando llega el momento de hablar de sexo entre cada una de las parejas…

Gerardo Herrero es, sin duda, uno de los nombres fundamentales del cine español de los últimos cuarenta años, especialmente en su faceta de productor (la esencial en su carrera), en la que, cuando se escriben estas líneas, ha producido ya más de 160 títulos, siempre con unos estándares de calidad medios o altos. Ha producido películas a gente tan interesante y cosmopolita como Ken Loach, Francisco Regueiro, Alain Tanner, Adolfo Aristarain, Bigas Luna, Arturo Ripstein, Juan José Campanella, Francis Ford Coppola, Isabel Coixet y Rodrigo Sorogoyen, entre otros. Tiene también Gerardo una faceta como director, con bastantes menos títulos (algo más de veinte). En esa vertiente Gerardo empezó bastante bien, con films de interés como Malena es un nombre de tango o Las razones de mis amigos, para después adocenarse en productos generalmente aparentes, pero casi siempre carentes de personalidad, en títulos como El misterio Galíndez, Silencio en la nieve o la reciente Raqa.

Esta Bajo terapia participa en buena medida de esa característica del Herrero director, de ser un cine más bien impersonal, a ratos casi vulgar. La película está basada en la obra teatral homónima, original del dramaturgo bonaerense Matías del Federico, que ha sido traducida a 20 idiomas y representada en numerosos países, entre ellos España. Es una obra llamativa por su planteamiento, que podríamos llamar “seis personajes en busca de psicoterapeuta”, parafraseando, lógicamente, el famoso drama de Pirandello Seis personajes en busca de autor. En la obra de Del Federico esos seis personajes (que guardarán algun secreto que solo se desvelará en la escena final) hablarán entre ellos, en una terapia de pareja supuestamente teledirigida por la psicóloga (mediante los ocho sobres dejados “ad hoc” en la estancia donde se desarrolla la sesión), para, en teoría, hacer aflorar sus problemas, sus desavenencias, las cuestiones que socavan la convivencia de cada una de esas parejas, exponiéndolas en público (alguno con mayor reticencia que otros…) para el escrutinio público de todos…

Se irán sucediendo, entonces, los problemas relacionales: los trabajos de algunos de ellos, los miedos e inseguridades de otros, el talante altanero y prepotente de alguno más… Conforme va transcurriendo la sesión, el ambiente se va tensando, en especial entre los varones, y en concreto con el llamado Roberto, loco por marcharse de aquel encuentro que quizá empieza a vislumbrar no tendrá un buen fin (al menos para él…).

Herrero, para evitar el origen teatral, opta por el recurso (más bien manido, es cierto) de mover mucho la cámara, especialmente alrededor de los personajes, con la intención de “airear” la trama y hacer ver al público que no existe la cuarta pared del escenario teatral. Este recurso, que moderadamente utilizado puede resultar interesante, a la larga se hace un tanto pesado, evidenciando una cierta intención de adornarse que desde luego no favorece al film. Hay, es cierto, una buena factura, con una esforzada puesta en escena que  busca interesar al espectador e implicarle en la trama, en las vidas de estos seis personajes y en su interrelación.

La película, al menos aparentemente, va de las relaciones de pareja, de las etapas que pasan, de las complejidades de esas relaciones, también de sus miserias; el giro de guion final evidenciará que, además de todo eso (que está presente en el film, por supuesto), hay otro elemento inesperado que cambiará radicalmente casi todo lo que hemos visto y oído hasta entonces.

Pero la película es, sobre todo, sus actores y actrices: ellos son lo mejor, cada uno entregándose absolutamente a sus papeles, confiriéndoles verdad y credibilidad. Especialmente bueno nos parece el trabajo de Malena Alterio, muy comedidamente trágica, con una interpretación muy hacia adentro que le confiere ribetes casi de tragedia griega. Pero el resto también brilla a gran altura, desarrollando atinadamente sus personajes (que ya veremos al final que tienen otras lecturas…), resultando verosímiles y auténticos.

(19-04-2025)