Esta película forma parte de la Sección La Tercera Raíz del 18 Festival de Cine Africano (FCAT’21). Está disponible por tiempo limitado en Filmin.
Se podría decir que Eryk Rocha (Brasilia, 1978) forma parte de la aristocracia del cine. Su padre fue Glauber Rocha, el legendario creador del llamado Cinema Novo Brasileiro, uno de los más pujantes, combativos y peculiares “cines nuevos” que surgieron en los años sesenta en todo el mundo, de la misma estirpe de la Nouvelle Vague francesa o el Free Cinema británico. Eryk estudió en uno de los mejores lugares para aprender cine, la mítica Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, en Cuba, donde también estuvo, entre otros, nuestro Benito Zambrano. Quiere decirse que Eryk, entre los genes y la formación, tenía todas las papeletas para ser un cineasta interesante: así ha sido. Su carrera ha transitado generalmente por los terrenos del documental, siempre combativo pero nada sectario, siempre étnico y estético, también reivindicativo de la figura de su padre y de su valiosa aportación al cine en films como Rocha que voa (2002) y Cinema Novo (2016); también ha probado suerte en la ficción, con propuestas nada acomodaticias, como Transeunte (2011), la mirada alucinada hacia el Brasil del siglo XXI a través de los ojos de un jubilado que “transita” por sus calles, testigo mudo de una realidad que le supera. Con Breve miragem de sol, Rocha Jr. tampoco se puede decir que haga una película al uso.
La acción se desarrolla en nuestros días, en la caótica Río de Janeiro; Paulo es un taciturno taxista que trabaja siempre de noche; está divorciado, con un hijo, Mateus, de 10 años, al que adora y por el que se mata trabajando para pagar su pensión alimenticia y poder verlo. Sus noches van pasando, una tras otra, esperando el momento del reencuentro con su niño, mientras por su taxi pasan todo tipo de pasajeros: fiesteros, turistas, empresarios, sanitarios... todo un microcosmos humano del Brasil del siglo XXI...
Rocha, que como decimos tiene en los genes el ADN cinematográfico legado por su padre, hace con Breve miragem de sol (literalmente “breve espejismo de sol”) gala de un refinado gusto fílmico, pero no alardea de él: juega con buen tino con la complejidad de rodar buena parte del metraje en el reducido espacio del taxi, lo que le permite cartografiar los rostros de sus personajes, en una interesante propuesta cinematográfica. Así, escruta desde cerca los rostros, quizá obligado por los cortos espacios disponibles dentro del vehículo, pero conviene al tema, y hace de esa necesidad virtud, confiriéndole una rara sensación visual. Con habilidad, Rocha utilizará ese mismo recurso, como una extensión del microcosmos del taxi, en las escenas rodadas fuera del vehículo, incluso en las de sexo, en lo que supone una unidad estilística muy interesante.
Formalmente se podría hablar de una cierta estética de la conducción, con un pulso nervioso, buscando reproducir la mirada del taxista desde su vehículo, asistiendo como testigo mudo a las múltiples y tan diversas conversaciones de sus pasajeros; de esta forma, quizá como el mítico Travis de Taxi driver (1976), Paulo será testigo de la vida de otros, mientras malvive la suya, aunque a diferencia de la historia de Scorsese, no se verá arrastrado por la alienación combinada de la guerra que ha padecido y de la noche que todo lo oscurece: también el alma. La película es atractiva por muchos motivos: el director demuestra tener buena mano para el encuadre y para buscar planos que no se hagan monótonos, sin caer en la tentación del esnobismo ni del esteticismo vacío; la imagen está al servicio del contenido, no a la inversa, como tan frecuentemente ocurre.
Rocha no se limita a mostrar el rostro impertérrito de su protagonista, del que iremos sabiendo cosas en pequeñas dosis, como su desgraciado divorcio, su pasión absoluta por su pequeño hijo, que es su único motor vital; también el director, como buen documentalista, nos muestra el caos del tráfico de Río, se gusta en ese ambiente anárquico donde casi todo es posible, una ruidosa algarabía urbana, con una mirada cómplice, quizá también melancólica sobre la ciudad, filmando incluso escenas de la más pura realidad, como un duro embate entre dos hinchadas futbolísticas (“torcidas”, como las llaman allí) en los alrededores del estadio de Maracaná. Hay, es cierto, un gusto por el costumbrismo, pero no un costumbrismo fútil, sino un costumbrismo artístico, quizá en una clave de cierto realismo sucio.
Mención especial para la excelente banda sonora, pespunteada de hermosas canciones populares brasileiras, y la utilización de recursos visuales poco habituales, como filmar con la cámara boca abajo, en plano subjetivo del taxi, para expresar simbólicamente el progresivo descoyuntamiento de la realidad del protagonista que, a la postre, terminará con un final enigmático, en buena medida casi abstracto, quizá el “espejismo de sol” que se anuncia en el título. Buen trabajo del protagonista, Fabrício Boliveira, un trabajo actoral hecho de dentro afuera, un rostro impertérrito que él sabe dotar de emociones.
(04-06-2021)
98'