Los horrores ocasionados por la dictadura argentina es un tema recurrente en la producción de películas en aquel país al que con frecuencia se vuelve para que no se olvide tan trágico período.
La acción se desarrolla en 1977. Tomás Kóblic, un capitán de la Armada Argentina en la dictadura de Videla, pilotaba "los vuelos de la muerte", en los que se arrojaban vivos al Río de la Plata, tras ser torturados y drogados, a los disidentes del régimen. Cuando en uno de ellos desobedece la orden se convierte en un fugitivo y se esconde en un pequeño pueblo (ficticio) de la Pampa argentina, para olvidar su siniestro pasado, donde la única ley es la del repugnante comisario Velarde, un delincuente con uniforme de policía, con oscuros vínculos con jerarcas militares. Su presencia es detectada por este violento jefe sin escrúpulos, que cree que ha sido enviado para espiarle.
Ese período es uno de los episodios más oscuros de la dictadura de Argentina que todavía no ha cicatrizado, hechos históricos que produjeron un profundo dolor, aunque en este caso es una historia de ficción basada en ellos, pero no es un film político sino que los toma como referencia. Kóblic no es un héroe, ni un antihéroe, ni se trata de redimirlo en ese final abierto. Su llegada al pueblo recuerda a los westerns americanos en donde hay un sheriff corrupto que tiene sometidos a sus habitantes, al que se enfrentará finalmente el protagonista en duelo desigual, o las cabalgadas de Nancy al encuentro de su amado.
Por otro lado bien puede ser un policiaco en el que hay varios crímenes que son investigados. También puede tomarse como una cinta de terror debido al que produce que tantas personas fueran asesinadas de esa forma tan espantosa. Igualmente considerar una de guerra donde mueren los no afectos al régimen de forma cruel similar a los gaseados en la Segunda Guerra Mundial, aunque no fueran tantos como en aquella triste ocasión. Y por supuesto no hay que olvidar que hay una historia de amor dentro del drama, con el rescate de la chica de quien la tiene sometida contra su voluntad y que guarda secretos familiares.
A la sordidez de la historia colabora la cámara de Rodrigo Pulpeiro captando el paisaje hostil y árido en el que se desarrolla la acción, premiado en el Festival de Málaga.
Al frente del reparto un sobrio Ricardo Darín, que hace un gran trabajo como es habitual en él, y no menos excepcional es el de Oscar Martínez (Biznaga de Plata en Málaga) en el papel del sórdido comisario Velarde, que borda de forma genial, y completando el trío Inma Cuesta, que encarna a Nancy con buen acento argentino.
La dirección corre a cargo de Sebastián Borensztein, quien tras dirigir varias series de televisión pasó al cine con La suerte está echada (2005), a la que siguieron Sin memoria (2010) y Un cuento chino (2011), película esta última que ganó el Goya a la Mejor Película Iberoamericana, y ahora nos llega Capitán Kóblic (2016), posiblemente la mejor de las suyas, con una estupenda ambientación y puesta en escena y con la duración exacta para contar esta historia a cuyo guion tan sólo le podríamos poner algunas pegas que no afectarían al resultado final.
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