Los renombrados intérpretes (aunque ya entonces un tanto de capa caída) de esta película aportan el relumbrón que, sin ellos, no hubiera tenido esta cinta italiana en la que el director, Ruggero Deodato, aparece en los créditos como “Roger”, para intentar aparentar con ello, junto al concurso de las decaídas estrellas del elenco artístico, la nacionalidad norteamericana que la peli en realidad no tiene.
Concorde es una nueva incursión en la impremeditada serie de los “Aeropuertos” que, tras el primero de ellos, rodado por George Seaton en 1970, contó en su haber con varios títulos firmados en 1975, 77 y 78, algunos de los cuales incluso llevaron el número del año de producción en el propio título, algo que este Concorde también hace en su original, aunque sin que aparezca la palabra “Aeropuerto”.
La maniobra con este Concorde era evidente: la cinematografía italiana, que siempre ha estado atenta a las nuevas modas comerciales, intuyó, no sin motivo, que había la posibilidad de uncirse al carro de la serie de los “Aeropuertos”, aunque con sus variantes, pero también sus limitaciones presupuestarias. Se fichó a algunas estrellas norteamericanas ya en evidente declive, se usaron sonoros nombres anglosajones en todo el film, y teóricamente la jugada estaba hecha.
En esta ocasión el típico accidente aéreo habitual en la serie cinematográfica vendrá de la mano de la rivalidad existente entre los fabricantes del Concorde y otros no determinados (¿los del Tupolev entonces soviético, quizá?) que le hacen la competencia al famoso avión. Esta última promoverá un sabotaje en un aparato, a fin de hundir a la compañía adversaria.
Ruggero Deodato dirige con oficio la película, que tiene sus mejores momentos en las escenas de acción, que son en definitiva las que la hacen entretenida y visible. Por cierto que Deodato, al año siguiente, se hizo popular por la filmación de Holocausto caníbal, un falsísimo “fake” que fue uno de los pioneros en el recurso del “found footage” o metraje encontrado, mucho antes de que lo pusiera de moda El proyecto de la bruja de Blair.
James Franciscus y Mimsy Farmer están simplemente correctos, y los veteranos Joseph Cotten y Van Johnson, que ya se habían hecho varias pelis de catástrofes, aportan su experiencia al film, que con ellos resulta algo más sólido de lo que en definitiva es, un mediocre producto de mero entretenimiento y evasión.
Destacable la dinámica y pegadiza música de Stelvio Cipriani, aunque la fotografía de Federico Zanni no siempre es aceptable, y los efectos especiales no terminan de convencer. Todo ello termina de completar una cinta sin relieve, inscribible dentro del subgénero de catástrofes, para cuyo final (en esa época) solo quedaba un año: el fracaso estrepitoso de Meteoro acabaría, por aquel entonces, con este tipo de películas; aquí, por cierto, el auténtico protagonista es el avión Concorde, aquel aparato ideado, construido y comercializado entre Reino Unido y Francia, que pasados los años sería retirado del tráfico aéreo a principios del siglo XXI.
(02-07-2021)
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