Desde sus inicios el cine encontró un gran filón en las películas bélicas, ya sea la Primera o la Segunda Guerra Mundial, pero también en las de Corea, Vietnam o la Guerra Civil Española, entre otras. A veces se toman episodios reales para ser trasladados a la pantalla con gran realismo, pero esta vez David Ayer, guionista de Día de entrenamiento (2001) y A todo gas (2001), especializado en policiaco, aquí responsable del guion y de la dirección, se inventa una historia de ficción ambientada en la Segunda Guerra Mundial, con cosas que le contó su abuelo, en la que vuelve a utilizar el mismo esquema, el de un joven inocente que llega a un grupo de hombres que llevan años metidos en la guerra, que los ha envilecido y hecho perder la moralidad, y acaba cambiado.
La acción de Corazones de acero, su quinto largometraje como director, transcurre en 24 horas en las postrimerías de ese conflicto bélico, en el que cinco soldados viven sus últimos días en un tanque Sherman, combatiendo con las líneas enemigas en territorio alemán, a los que se les encarga la misión de tomar posesión de los pueblos por donde pasan o de asegurar un cruce de caminos vital para las tropas aliadas; dependiendo sus vidas los unos de los otros, intentan sobrevivir, cuando se enfrentan finalmente a un ejército de más de trescientos soldados.
Todos tienen su mote: Biblia, Gordo, Rata, menos Norman, el joven recién llegado, sin experiencia, con pocos meses en el ejército, incapaz de disparar, que se niega a matar, y en el fragor de la guerra termina siendo como los demás, convirtiéndose en un héroe, al que acaban llamándole Máquina, todos ellos a las órdenes del sargento Collier. La evolución de Norman de cómo pierde su inocencia es la base del film.
A lo largo de su paso por la guerra verán hombres destrozados que se quejan del dolor y se enfrentarán con la muerte más de una vez, con valor y heroísmo. Como es frecuente en estas producciones bélicas sólo hay soldados que luchan y matan, salvo una pequeña secuencia durante la parada en la toma de un pueblo en donde se encuentran con dos mujeres.
La violencia que exhiben sus escenas muestra el horror de la guerra convertido en un espectáculo sangriento, con buenos momentos de acción, tratando de ofrecer una imagen de la Segunda Guerra Mundial diferente, con un grado de veracidad cruel, que recuerda a las que hacían antes los maestros del género que todos tenemos en mente.
A pesar del realismo de las escenas bélicas, y de lo bien realizada que está, pensamos que le sobran algunos minutos dada la reiteración en los combates en los que el horror deja poco margen a la imaginación del espectador.
La película plantea unos problemas de fe en hombres que leen la Biblia en donde se nos dice que todos somos hermanos y se ven abocados a matar a sus semejantes.
En la interpretación, si hay que destacar a alguno, aunque todos están perfectos, en unos personajes bien caracterizados, es a Logan Lerman, que hace un notable trabajo en la transformación que sufre Norman.
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