Darkness

Descubierto para el cine de terror con su anterior e inquietante Los sin nombre, el cineasta español Jaume Balagueró reincide (tras el paréntesis comercial de O.T. la película, en un registro totalmente distinto) en el género que le dio prestigio, con esta costeadísima historia sobre casa encantada en la que los espectros de turno cobran corporeidad y vida cuando la luz desaparece o titila. En ese marco tenebroso (nunca mejor dicho...), una familia se verá acosada por un enigma que le supera.

Pero el inicial planteamiento, que incide aceptablemente en el desasosiego antes que en el chafarrinón y en el susto truculento, pronto va perdiendo fuelle, como si el holgadísimo presupuesto con el que ha contado ahora Balagueró, en contraposición a los modestos dineros de que dispuso para su anterior empeño, en vez de mejorar los resultados, los empeorara. La historia languidece, entre el padre con ataques de furia que le hacen parecer el pariente pobre del Jack Nicholson de El resplandor, o por el parecido físico, el Michael Douglas como ejecutivo airado de Un día de furia; la hija, que es la única adulta sensata; y la madre, que no da pábulo a nada de la maraña sobrenatural, además del correspondiente niño como catalizador de la tragedia.

Al final Balagueró opta, como en su anterior y famoso film, por la sorpresa sugerente, pero ya es tarde. Demasiadas estrellas (aunque sean tan relativas como la oscarizada Anna Paquin de El piano o la olvidada escandinava Lena Olin) y demasiado presupuesto para un género, el del terror, que se maneja mejor cuando la faltriquera semivacía espolea la inventiva. Se salvan algunos momentos de genuino talento, como ese arquitecto corriendo a cojetada limpia por un pasillo del metro cuyas luces van apagándose a su espalda, pero poco más, en un esforzado empeño internacional que se hubiera merecido algo más de pujanza intelectual y de creatividad visual.

(15-10-2002)