Durante la segunda mitad del siglo XVIII, el Marqués de Sade vive con arreglo a su particular forma de ver la vida, tras el casamiento desgraciado con una mujer a la que no ama... Vaya esta pequeña introducción para hacernos una idea del film, aunque no es totalmente correcta, puesto que esta producción germano-estadounidense, De Sade, no es una cinta que siga el curso normal de una narración, sino que se inscribe en una difícil fórmula a medias entre el onirismo más desatado y el recuerdo que nace en la vejez, desvaído y confuso. El guion se debe a maestro del género fantástico de la categoría de Richard Matheson, autor de historias audiovisuales tan potentes como El increíble hombre menguante (1957) y El diablo sobre ruedas (1971), por poner dos ejemplos, de tiempos muy distintos, de su imaginativa obra en el cine, con independencia de su amplia obra literaria, generalmente en los territorios del terror y la ciencia ficción. Lo cierto es que a Matheson se deben buena parte de los aciertos de este De Sade.
Por el contrario, al realizador Cy Endfield hay que achacarle la monotonía que invade a ratos el film, no consiguiéndose por su intervención una obra más redonda. En De Sade vemos, a través del particular prisma de Richard Matheson, la vida del famoso marqués (considerado el creador del sadomasoquismo tal y como hoy lo entendemos), por medio de una sucesión de planos dislocados que, ¡oh, prodigio!, tienen y no tienen, a un tiempo, nada que ver entre sí. Profundizando en la atormentada vida del escritor aristócrata, Matheson compagina escenas plenamente de la vida de Sade con intervenciones del marqués en un teatro, que pasará a convertirse en el teatro de su vida. Compleja, en verdad, la maraña de gestos, planos y personajes, que requiere una notable atención por parte del espectador. Matheson ha dado entrada demás en el guión a un fuerte contingente revulsivo, desde las orgías sadomasoquistas en las que interviene el marqués, hasta los continuos guiños que efectúa al espectador, a cuenta de la búsqueda desesperada de Sade de su amada Anne.
Cy Endfield fue un cineasta norteamericano que tuvo que emigrar al Reino Unido en los años cincuenta al ser acusado de comunista por el Comité de Actividades Antiamericanas que dirigía el tristemente célebre senador McCarthy. Al margen de ello, lo cierto es que no fue un director especialmente distinguido. En la película, por causa de una enfermedad de Endfield, otros dos directores rodaron parte del metraje total, en concreto Roger Corman, pero también Gordon Hessler, ambos peritos en rodajes rápidos y de bajos presupuestos, y ambos también sin acreditar como realizadores en los títulos de crédito.
La magnífica, lujuriante fotografía de Richard Angst refuerza el carácter barroco y surrealista a un tiempo del film, así como la inspirada música de Billy Strange. En la interpretación, creemos que Keir Dullea no era el actor más indicado para su personaje, el Marqués de Sade, no así John Huston, al que consideramos muy acertado en su labor. Excelentes los títulos de crédito del film, originales de Sandy Dvore, una autentica maravilla.
(22-02-2022)
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