Si hay un título que haya marcado visualmente el cine de diseño fantástico de los años noventa (al margen de las remarcadísimas influencias que en los años ochenta ejerciera Blade Runner), ése es, sin duda, este Delicatessen, aunque tal vez se haya exagerado su importancia.
Con un tono claramente influido por fenómenos de nuestro tiempo como el cómic, los cineastas Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro han montado una historia fantasmagórica, ambientada en un tiempo y un lugar indefinidos, aunque pudieran no ser de este mundo. En aquella casa de inquilinos escaseaban los manjares selectos de la carne. De vez en cuando uno de los huéspedes (casi siempre un novato) desaparecía, y automáticamente al día siguiente la carnicería ofrecía jugosos solomillos y tiernos redondillos de ¿ternera? Cuando llega un nuevo pupilo, el cuchillo del carnicero vuelve a afilarse.
A medias entre el delirio caníbal y el humor negro berlanguiano, el filme se sigue con gusto, aunque no está hecho para estómagos delicados ni para vegetarianos. Eso sí, estos bastos epígonos del Doctor Lecter no tienen, ni de lejos, la clase ni el "charme" del médico antropófago más exquisito y famoso del mundo. Y es que hasta para "jamarse" al prójimo hay que tener clase...
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