La actual guerra de Ucrania estalló en 2014 como consecuencia de las revueltas de la plaza de Maidán en Kiev. La caída del gobierno del prorruso Yanukóvich y la llegada al poder de políticos de corte europeísta hizo que algunas zonas de Ucrania, como la República de Crimea y también la zona este del país, región conocida como Donbass (en español Dombás), se escindieran unilateralmente del estado ucraniano, provocando con ello un conflicto armado entre las llamadas “zonas ocupadas”, de filiación prorrusa (y con el apoyo expreso del régimen de Putin), y la zona oficial, el resto del país, que sigue siendo reconocido como gobierno por la mayor parte de los estados del mundo.
Sobre ese conflicto hoy larvado (porque inicialmente tuvo mucha repercusión en los media occidentales, hasta que el tiempo sustituyó esa novedad por otras) se basa esta percutante Donbass, articulada sobre trece secuencias que exponen diversos momentos en la vida de la zona ocupada, haciendo hincapié, fundamentalmente, en la guerra de propaganda que se desarrolla en esa zona, con la permanente descalificación del enemigo, incluso falsificando felonías para ganar la batalla de la opinión pública. Así, el film se inicia con la puesta en escena de un falaz atentado en una calle de una pequeña ciudad en la zona ocupada, con su set de maquillaje, sus actores, sus ayudantes de dirección que guían a la equipo artístico, la espera hasta que los chicos de los efectos especiales hacen su trabajo, y su aparición para interpretar sus papeles ante las cámaras de las televisiones también conchabadas. Otras historias, de apenas 8 ó 10 minutos, nos irán mostrando escenas de la Ucrania ocupada, desde antros donde se refugian a duras penas civiles damnificados por los combates hasta puestos fronterizos en los que se realizan levas obligatorias de soldados para la guerra, pasando por confiscaciones y extorsiones a pequeños empresarios por parte de las autoridades locales e incluso estrafalarias bodas en las que el elemento bélico también estará muy presente, todo ello como un caleidoscopio que, en el fondo, busca demostrar algo que, ciertamente, ya conocemos: la primera víctima de toda guerra es la verdad.
Sergey Loznitsa es un cineasta de origen bielorruso que creció y se formó en la ucraniana Kiev, donde primero trabajó como científico (está graduado en Matemáticas Aplicadas) y después inició, a partir de 1996, una fructífera carrera como documentalista. Desde 2010 está rodando también largometrajes de ficción, en los que es evidente su impronta como director de documentales. Donbass es su cuarto largo de ficción, y ciertamente las técnicas utilizadas tienen una vocación de realismo, casi de naturalismo, que le confieren una inusitada sensación de verosimilitud.
Denuncia Loznitsa en su film la manipulación a gran escala. En la época de la posverdad, un conflicto bélico es terreno abonado para la mentira en grandes dosis: esa mentira se repetirá “ad infinitum” entre aquellos que han sido infectados por la propaganda, la gente común, pero también los propios soldados o policías, convirtiendo al enemigo en algo infrahumano, utilizando el término “fascista” para todo aquel que no piense como él (de esto también sabemos algo en Occidente, aunque afortunadamente a menor escala...), para degradarlo y cosificarlo, para que infligirle dolor o la muerte no suponga mayor problema.
Con algunas escenas de un insoportable “crescendo” de violencia, como la del infeliz opositor que es expuesto en una especie de picota para escarnio público por parte del populacho (sí, como en la Inquisición), que vuelca en el pobre diablo todas sus frustraciones, sus odios, reales o inoculados, la película tiene una indudable fuerza por su sensación de verismo, de realidad, que ha requerido sin duda de un duro trabajo por parte del equipo técnico-artístico. Rodada por Loznitsa a base de largos planos-secuencia, con muchos actores y extras en acción, la película está exhaustivamente planificada y elegantemente filmada, pero no subraya esa elegancia, no se recrea en su propia exquisitez, sino que esta sirve a su propósito de denunciar la propaganda rastrera, también los continuos abusos del poder (confiscación, extorsión, humillación, amenazas) de las autoridades sobrevenidas.
Por supuesto, también la propia Donbass es propaganda, en sentido contrario al que se denuncia aquí: no nos hemos caído de un guindo, como es obvio, y aquí se busca el efecto opuesto al que se expone, para que la opinión pública mundial tome partido, en este caso por el gobierno oficialista de Kiev.
También es cierto que se echa en falta en la película una cierta información que nos sitúe en la historia, pues el conflicto bélico en Ucrania es, hoy por hoy, una guerra sorda de la que se tienen pocos datos, así que el espectador curioso tendrá que buscarlos fuera de la película, porque en ella apenas si se habla de lo que ocurre, solo de sus consecuencias.
Con una escena final, en un larguísimo plano secuencia en gran plano general, tras la enésima canallada de los activistas del régimen prorruso, el film termina siendo una obra necesaria, aunque también, es obvio, partidista. Cinematográficamente irreprochable, consigue plenamente su objetivo, y desde luego llega indubitablemente al espectador, incluso sin la información adecuada para que este pueda formarse una idea realmente cabal del conflicto y sus daños colaterales.
116'