Pelicula:

La vida de José Giovanni (nacido Joseph Damiani; París, 1923 – Lausana, Suiza, 2004) ciertamente daría para una serie de lo más apañada... De origen corso aunque nacido en la capital francesa, su familia pasó de una muy desahogada situación económica a otra bastante más delicada por los turbios manejos del padre. Ya en la Segunda Guerra Mundial, durante la Ocupación francesa por parte de los nazis, el joven Damiani estuvo vinculado a los grupos colaboracionistas; en una oscura historia de crímenes de diverso tipo, Joseph es condenado a muerte por su colaboración en varios asesinatos, aunque la pena capital se conmutó finalmente por la de reclusión de 20 años. Tras escribir un diario durante su espera del cumplimiento de la pena de muerte (que finalmente no tuvo lugar, como hemos comentado), su abogado, sorprendido por la fuerza de esas páginas, le sugiere que escriba novelas sobre sus propias vivencias, y así surge su primera narración, Le trou, que llevaría a la gran pantalla Jacques Becker en su poderosa La evasión, lógicamente una historia de corte carcelario.

A partir de ahí, Giovanni se convierte paulatinamente en uno de los más interesantes autores de la “série noire”, de la  novela negra, siendo sus obras llevadas al cine por buenos cineastas de la época (Sautet, Enrico, incluso el gran Melville, del que fue amigo íntimo), para, a partir de 1967, encargarse él también de la realización cinematográfica, generalmente partiendo de material propio, bien sus novelas, bien ideas originales escritas para la pantalla. Su cine es seco, sin concesiones, muy austero, predominando la narración sobre cualquier otra consideración, pero también rica en matices morales, éticos, también en buena medida filosóficos: resulta llamativo que un hombre que en su juventud llegó a ser un abyecto criminal se regenerara hasta convertirse en uno de los más interesantes autores (como novelista, como cineasta) de su país.

Dos hombres en la ciudad fue su séptimo largometraje, de los quince que rodó (más dos series de televisión y dos TV-movies). La película está narrada por el personaje de Germain Cazeneuve, encarnado por Jean Gabin, quien inicia la historia diciendo que cuando comenzó aquella historia él todavía creía en algunas cosas... Germain es un expolicía que se ha convertido en respetado educador y agente de prisiones, un hombre que cree sinceramente en la posibilidad de que los reos se rediman; llega a responder personalmente por aquellos que piensa que, efectivamente, pueden regenerarse o incluso ya lo están. Uno de esos presos por los que pone la mano en el fuego será Gino Strabliggi. Fiado de su palabra, el sistema carcelario pone en libertad a Gino; ya en la calle, sus antiguos compinches contactan con él, pero el expresidiario no quiere participar más en la comisión de delitos, a pesar de lo cual sus viejos colegas siguen  presionándolo. Consigue trabajo en las rotativas de un periódico, pero aparece en escena el policía que lo capturó años atrás, obsesionado con que realmente Gino sigue siendo un criminal, y lo asedia para poder inculparlo y devolverlo a la cárcel...

Evidentemente, la figura que encarna Gabin, Germain Cazeneuve, podría considerarse como un “alter ego” del propio Giovanni, un hombre que cree fervientemente en la posibilidad de la regeneración del delincuente y lo apuesta todo por ello, pero al que la sinrazón de los opositores (aquí el policía fanáticamente obsesionado por la supuesta culpabilidad de Gino), finalmente, darán al traste con su intención.

La puesta en escena es algo tosca, porque Giovanni no era un estilista sino un narrador, a su manera filósofo, de una filosofía parda y callejera; de hecho, aquí habla de algo que conocía bien, la cárcel, en la que él mismo estuvo encerrado durante muchos años, como hemos comentado. Entre los defectos de la película habría que citar el hecho de que se vea un tanto avejentada. También hay algunas escenas que parecen prescindibles e incluso exageradas, como aquella en la que Gino, furioso, se lanza a romper coches del desguace. Eso sí, aunque Giovanni no fuera un estilista, sí utilizó con sabiduría algunos de los recursos del buen cineasta, como la elipsis, con la que juega inteligentemente en algunas escenas.

Porque la película no anda escasa de virtudes, como su acre fustigación de la justicia, en una fuerte crítica sobre las cárceles y las condiciones infrahumanas de las prisiones de la época; se critica especialmente el criterio vengativo, no regenerador, de la justicia, y la constatación de que detrás de la maquinaria judicial de aquel tiempo lo que había era una máquina de matar. En este sentido, la película es también una durísima denuncia sobre la pena de muerte, con una última escena estremecedora, por su sobriedad y, sin embargo, enorme dramatismo; este desenlace sí ha aguantado muy bien el paso del tiempo, sigue siendo de una modernidad sorprendente, puro cine hecho con mínimos elementos, en una historia en la que, prácticamente desde el comienzo, desde esa inicial voz en off del personaje de Germain, hay algo determinista, incluso fatalista, que impregna toda la trama.

Excelente el duelo interpretativo entre Jean Gabin y Alain Delon, en la tercera y última vez que coincidieron en un film, representantes ambos de dos generaciones, también de dos formas de entender el cine, la de los años treinta, cuarenta y cincuenta de Gabin, y la de los años sesenta, setenta y ochenta de Delon. Este último, por cierto, figura también como coproductor del film, lo que evidencia su interés por la película y por su mensaje. Aparece también, con un pequeño papel, Gérard Depardieu, en el personaje de un jovenzuelo altanero. La música de Philippe Sarde, generalmente interesante, aquí sin embargo la vemos un tanto insistente y no demasiado inspirada.

(06-03-2025)


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100'

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Dos hombres en la ciudad - by , Mar 06, 2025
3 / 5 stars
Acre fustigación de la justicia y las cárceles