Kim Ki-duk es uno de los cineastas más veteranos y conocidos de Corea del Sur. Estudió cine en París a principios de los años noventa, y desde esa década viene escribiendo y dirigiendo películas en su tierra, a razón casi de una por año, con una regularidad notable, apoyándose por un lado en el prestigio que le otorgan numerosos premios en certámenes de toda laya (incluidos varios de primera línea, como Cannes, Berlín y San Sebastián), y por otro la no necesidad de grandes presupuestos, al ser sus historias generalmente hechas “con actores y paredes”, como decía Vicente Aranda, vale decir producciones modestas con equipos técnicos y artísticos reducidos.
Gusta de Kim el tono poético que suele insuflar en sus películas, si bien, como es sabido, entre lo sublime y lo ridículo puede haber un paso, y el director surcoreano no domina demasiado bien ese tan corto espacio que va de una circunstancia a la otra.
Dream narra una historia que, efectivamente, tiene mucho que ver con el sueño. Un hombre, Jin, sueña que, yendo en su coche, ha causado un grave accidente a otro vehículo y que no se ha detenido para auxiliarlo. La sensación de verismo del sueño es tal que, una vez despierto, sale con su coche hasta el lugar donde ha tenido el accidente en sueños y se encuentra con que, efectivamente, allí está el vehículo accidentado y la policía intenta encontrar quién lo ha causado y por qué ha huido del lugar en vez de socorrer al accidentado. Jin lo sigue hasta que los agentes detienen a Ran, una chica que estaba durmiendo en su casa, a pesar de lo cual su coche presenta un impacto compatible con el accidente de tráfico. Jin se da cuenta de que es él quien, en sueños, ha vampirizado a Ran, y esta, sonámbula, ha ejecutado sus acciones soñadas...
Tiene Dream un buen punto de partida: el hombre que sueña y la mujer que ejecuta están unidos por un extraño nexo: ambos han de permanecer despiertos, pues si se duermen, ella ejecutará los actos que el subconsciente de él genere, siempre en torno a los desamores de ambos: ella visita a su antiguo novio para acostarse con él, a pesar de que lo detesta, y todo porque él quiere estar con su exnovia, que tampoco quiere nada con el protagonista. Pero el problema es que el tema no da para mucho, y lo que se produce es una reiteración de sueños y de intentos de no dormirse de ambos, resultando el film en una historia demasiado estirada y repetitiva, con cierto acartonamiento que no es lo mejor para el seguimiento de cualquier obra. Es cierto que la idea original es buena, pero su plasmación quizá hubiera aconsejado un metraje inferior, no mucho más de sesenta minutos, lo que obviamente es un minutado anticomercial.
Así las cosas, esta especie de metáfora del callejón sin salida (porque, claro está, es imposible no dormir, antes o después) termina, como cabría esperar, de forma (aún más) fantástica, ensayando Kim, como tanto le gusta, un final poético que, ciertamente, incide más en lo patético que en lo lírico, como le ocurre con cierta frecuencia.
Film irregular y con tendencia al histrionismo exagerado, Dream, de todas formas, te gana por su curioso tema, aunque es verdad que Kim podría haberlo adobado de otra manera, podría haber sacado más partido a una idea ciertamente ingeniosa. Los protagonistas, Joe Odagiri y Lee Nayoung, están en la línea habitual de los actores orientales, siempre tan excesivos, tan sobreactuados.
(25-09-2019)
95'