Esta película se pudo ver en la Sección Oficial del Sevilla Festival de Cine Europeo 2012 (SEFF’12).
A veces en España tenemos tendencia a pensar que la crisis es un fenómeno exclusivo de nuestro país, o todo lo más, del resto de los llamados PIGS, según el (lamentable) acrónimo acuñado en la Unión Europea para denominarnos a los países mediterráneos (Portugal, Italy, Greece, Spain, aunque hay quien intercambia Italy por Ireland).
Pero, como da a conocer este filme, el desempleo, la dificultad para reinsertarse en el mercado laboral, es cosa de todas partes, incluida la opulenta sociedad del bienestar social por antonomasia, Suecia.
Una joven de origen montenegrina (ex yugoslava, para entendernos los que tenemos ya alguna edad y la balcanización de la antigua República dirigida por Tito nos pilló ya mayores), afincada con su padre desde su más tierna infancia en Suecia, se ve abocada a un despido por reestructuración en la empresa en la que trabaja empaquetando lechugas, a pesar de ser una eficacísima empleada. Tras ello, la chica habrá de intentar conseguir otra ocupación, pero sus carencias (ese carné de conducir que no ha sacado) se lo ponen difícil. Entre tanto, su existencia transcurre monótonamente entre reuniones preparatorias para conseguir empleo, las parrafadas con su padre, que tiene problemas de aclimatación social en el país, y sus encuentros con un amigo pánfilo que quiere ser veterinario pero no sabe hacer la o con un canuto y termina de matarife en un matadero de reses …
Gabriela Pichler hace con esta su opera prima, un filme sobre la amargura de la vida como repetición mecánica de actos inanes; de ahí el título original, que recuerda, y casi remeda, el de Come, reza, ama. Eat sleep die queda como una película a ratos costumbrista, con su gusto por los detalles nimios, con una nerviosa cámara al hombro que filma con delectación las tareas de los empaquetadores de lechugas como si fueran algo realmente memorable, pero finalmente resulta apostar por la necesidad de abrir horizontes si se quiere hoy día tener un lugar al sol, lo que no deja de ser una moraleja un tanto conservadora, quizá conforme a su título; entonces sólo tendremos que comer, dormir, morir; planazo, que diría el otro…
En todos lados cuecen habas (o empaquetan lechugas)
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