Que el cine italiano no pasa por sus mejores momentos es un axioma, una verdad que no precisa demostración. Para ser más exactos, hace un cuarto de siglo que está en estado catatónico. Muertos los grandes maestros (Fellini, De Sica, Visconti, Rossellini, Pasolini), avejentada y por ello inactiva la "clase media" (Comencini, Monicelli), y ninguno de ellos sustituido por una generación sin ideas ni genio en la que sólo algunos cineastas aportan algún intermitente interés (Tornatore, Salvatores), la cinematografía itálica no tiene hoy peso alguno en el mundo, lamentablemente para los que en otro tiempo fuimos admiradores de ella.
Como será la cosa que incluso chorradas paleontológicas como esta insulsez llamada "El corazón ausente" es considerada en su país algo así como una obra maestra de sensibilidad. No es verdad: es cine viejo, en el peor sentido de la palabra. Y no por romántico, evidentemente, que sigue siendo un género tan actual, sino porque sus esquemas eran rancios ya en los años cincuenta: aquí tenemos a un treintañero que más que tímido es carajote, y a una cieguecita rebelde de la que se enamora el memo; hora y tres cuartos interminables de la mano del cineasta Pupi Avati, perito en comedietas, que aquí se pone cursi hasta el coma diabético, y todo para remedar el arquetipo de la ciega que recupera la vista sin conocer al amado al que no pudo ver. Puestos así, preferimos hasta "Marianela"; por lo menos, estaba Mary Carrillo, que ésa sí que era eximia. No digamos nada si la comparamos con la ciega de "Luces de la ciudad", el magistral filme de Chaplin, un prodigio de (aquí sí) sensibilidad y capacidad de emocionar.
El corazón ausente -
by Enrique Colmena,
Jul 31, 2004
0 /
5 stars
Cine rancio
Uso de cookies
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.