El cine ambientado en los ambientes políticos es, en general, una rara avis en Europa. En Estados Unidos tienen más tradición, desde El político (1949), de Robert Rossen, a Todos los hombres del presidente (1976), de Alan J. Pakula, pasando por El candidato (1972), de Michael Ritchie, o La cortina de humo (1997), de Barry Levinson, por no citar las aproximaciones en clave de comedia, como Primary Colors (1998), de Mike Nichols, entre otros muchos filmes que han tratado esta temática. Pero en Europa parece como que nos da asquito afrontar estos temas, y cuando se ha hecho generalmente se ha enfocado desde el prisma de la denuncia feroz: véanse los casos de Z (1969), Estado de sitio (1972) y Sección Especial (1975), todas ellas de Costa-Gavras, que es nuestro cineasta de cámara especializado en temas políticos…
Por eso este El ejercicio del poder tiene un valor añadido a sus méritos, los que, digámoslo ya, son bastantes. Se ambienta nada menos que en los cenáculos del poder político francés; no se cita el color del gobierno, pero teniendo en cuenta que se rodó en 2011, así como las tentaciones privatizadoras de los gobernantes aquí pintados, podría colegirse sin temor a error que se trataría de un trasunto del equipo dirigente que encabezó de 2007 a 2012 el presidente Sarkozy, aunque por supuesto no hay alusión alguna al mismo. Eso sí, el actor que representa al primer ministro tiene un sospechoso parecido con el propio Sarkozy, aunque éste fue presidente de la República, no jefe del gobierno; supongo que no habrán querido que las semejanzas sean excesivas…
El ministro de Transportes del gobierno francés, que en palabras de Alberto Ruiz Gallardón podría ser llamado “un verso suelto”, se ve envuelto en un rifirrafe político de altos vuelos cuando, tras haber anunciado él públicamente que las estaciones de ferrocarril no se van a privatizar, el gobierno del que forma parte decide lo contrario, lo que le pone en una difícil situación, entre sus convicciones y la conveniencia de plegarse a los poderosos que le mantienen en su cargo. En esa situación se le asigna un nuevo chófer, un callado hombre en situación de desempleo a través de quien conoce a la esposa de éste, una mujer indómita que le enseña a ver que no todo es política, que la calle es otra cosa distinta a lo que se cuece en los mentideros del poder.
Pierre Schoeller es un guionista metido a director, aunque su carrera en esta faceta es aún corta, aunque fructífera. El ejercicio del poder es una indagación, con varios tonos (comedia negra, drama, tragedia), sobre los intrincados recovecos de la política actual, arrojando cierta luz sobre el descrédito que la clase política hodierna, aquí y en Pekin, se ha labrado con un esfuerzo digno de mejor causa. No es una película de denuncia, sino en todo caso de exploración de esos cenáculos donde se decide el futuro de la gente corriente, con demasiada frecuencia según parámetros que nada tienen que ver con el bien común sino con otros motivos espurios.
Película estimulante en su planteamiento y resolución, es cierto que no llega a esa altura magistral que algunos han querido ver, pero es sin duda una notable aproximación a una temática tan poco frecuente en el cine del Viejo Continente. Excelente interpretación del actor belga Olivier Gourmet, habitual en las películas de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne; por cierto que Gourmet, en su caracterización, tiene cierto parecido con el actual presidente de la República Francesa, François Hollande… También magnífica la actuación de Michel Blanc, uno de nuestros actores galos preferidos desde el fascinante personaje que compuso en Monsieur Hire (1989), de Patrice Leconte.
El filme comienza con una impactante escena onírica, que no destriparemos (no sé si es el verbo más adecuado…), pero la primera frase que se escucha en la película es una suerte de reafirmación matutina que el protagonista se dice a sí mismo, cuando comienza un nuevo (y fatigoso) día: “Y seremos tigres hambrientos en la noche negra”, quizá una metáfora sobre el político, quien, de esta forma, sería un animal en un hábitat en el que sólo sobrevivirán los depredadores, los inescrupulosos, los impíos. El prólogo conectaría de esta forma con el epílogo, no menos desesperanzador, aunque pudiera parecer otra cosa.
El ejercicio del poder -
by Enrique Colmena,
Sep 07, 2013
3 /
5 stars
Y seremos tigres hambrientos en la noche negra
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