En un suelto leído hace algún tiempo sobre esta película, se decía que su problema radicaba en que, una vez planteado su tema (en pocas palabras, qué pasaría si alguien similar a Supermán, en vez de tener instintos benévolos, fuera una mala bestia), no se le sabía sacar rédito a la historia, no se trascendía ese planteamiento inicial para limitarse a dar vueltas a lo mismo durante todo el metraje.
Y lo cierto es que aquel humilde suelto daba en la tecla de lleno: porque ese es el gran problema de este El hijo, que no sabe qué más contar una vez que ha establecido, antes de llegar a la primera media hora, que su protagonista, el tierno infante de 12 años, es un Supermán con la mala leche de la Bruja de Blancanieves. O, para ser más exactos y precisos, como si alguien con esos poderes cuasi omnipotentes se encarnara en una personalidad cuyas características esenciales fueran la perversidad absoluta de Lex Luthor, el antagonista por antonomasia del auténtico Supermán, combinado con las cualidades (por así llamarlas) del personaje de Sheldon Cooper, el más conspicuo de los roles de la famosa serie The Big Bang Theory: falta de empatía, carencia de sentimientos, inteligencia extraordinaria pero que adolece del tan necesario componente emocional.
Un pueblecito en Georgia, USA, en nuestros días. En un prólogo veremos como algo, una especie de explosión, altera la tranquila vida de una pareja sin hijos que vive en el campo. Después vemos algunas fotos y vídeos de un niño pequeño, y llegamos a la actualidad, 10 años después, con el crío en el colegio; los padres adoptivos son la pareja del principio. Pronto el niño se da cuenta de que tiene facultades prodigiosas, como una invulnerabilidad absoluta y una fuerza y velocidad descomunales. Entonces, aquellos que le miran mal, o simplemente se oponen a sus caprichos, pueden empezar a tener problemas...
David Yarovesky estuvo implicado en el proyecto de Guardianes de la Galaxia, y de ahí parece que le ha venido la oportunidad de filmar este su primer largometraje, tras varios cortos, algún vídeojuego y también alguna serie de televisión. No parece que Yarovesky sea precisamente Scorsese, y perdón por la forma de señalar: rueda ramplonamente, carece de estilo, alarga innecesariamente el suspense, recurre a pencas trampas de pelis de terror de serie Z (esas luces que parpadean, otra vez, qué pesadez...) y no renuncia a, ya que los efectos digitales hoy día lo permiten todo, hacer su particular aportación al gore, que ahora es tan realista que, ciertamente, dan ganas de, literalmente, vomitar, que parece es lo que pretende. En fin, una “joya” (valgan las comillas como en este caso irónicos signos ortográficos).
La historia es marciana (nunca mejor dicho), una especie de envés del Supermán de Shuster y Siegel, sus creadores en tiras de cómic, o de Lester y Snyder, los directores que más lo han cultivado en la gran pantalla, pero sin aportar nada nuevo más allá de la maldad de este superniño de mirada obtusa. Aquí, claro, no hace falta villano: el superhéroe ya lo es...
Elizabeth Banks, actriz que ha trabajado con directores de postín (Spielberg, Stone, Raimi), se tiene que conformar ahora, por lo que se ve, con ponerse a las órdenes de gente nueva que, a la vista está, se ven bastante verdes. El resto del reparto es manifiestamente olvidable.
90'