Nadie diría que llamándose Daniel Espinosa uno es sueco; todo lo más que se hace el sueco, en célebre expresión coloquial de la lengua española. Pero lo es, es escandinavo hasta de nacimiento, si bien su nombre y apellidos cantan que sus antepasados no son de lugares tan fríos, ni mucho menos. Daniel llamó poderosamente la atención hace un par de años con su interesante Dinero fácil, y la industria yanqui le fichó para este curioso thriller de acción entreverada de cine de espías.
Un agente de la CIA, neófito durmiente como guardián de un piso franco en la República Surafricana, se ve envuelto en una espiral de violencia cuando su supuesta fortaleza es elegida para acoger a un desertor que vende material clasificado al mejor postor. Pero pronto se advierte que alguien está traicionando desde la mismísima sede de Langley, el corazón de la CIA, y el novato y el desertor de colmillo retorcido habrán de huir perseguidos por sus propios compañeros.
Hay que decir pronto que, aunque se trata de un filme dentro de los parámetros habituales del cine comercial USA, de eso que ahora se llama con un punto de cursilería mainstream, lo cierto es que El invitado trasciende ese enfoque reduccionista gracias a las formas y modos de Espinosa en la dirección, que apuesta arriesgadamente por una fotografía sucia, a veces de apariencia cuasi amateur, para dar con mayor verosimilitud cierta apariencia de realismo a este thriller que tiene en su guión algo embarullado y poco desarrollado su peor enemigo. Estamos entonces ante un filme muy brillante en las formas, con escenas de acción realizadas con una rara sensación de verosimilitud y un director con gran estilo que sabe poner en imágenes, pero frenado por una historia más bien trillada y que oculta sus carencias con supuestas elipsis que no son tales.
El duelo entre los dos protagonistas está bien dado, el desertor de vuelta de todo que sólo mira por su seguridad y por sus valores, cualesquiera que estos sean, y el nuevo agente que tiene toda la vida por delante, incluso un proyecto de familia de difícil plasmación dado su peculiar (por llamarlo de alguna forma…) empleo, y que se verá superado, vapuleado, herido, casi matado, por meterse involuntariamente en un fregado que, objetivamente, parece venirle grande, pero que terminará por resolver y por dar un nuevo sentido a su existencia.
Denzel Washington, con la madurez, se está especializando en un tipo de personajes de villano que no son malos de una pieza, sino poliédricos, con distintas facetas que podrían hacerle pasar por alguien bastante mejor de lo que parece. Ryan Reynolds demuestra que es uno de los actores comerciales más sólidos de su generación, con capacidad para la comedia, el romanticismo, el thriller, la acción y lo que se le ponga por delante. Del resto nos quedamos con la sobriedad y buen hacer de un Sam Shepard que está magistral, como siempre, haga lo que haga.
Habrá que seguir a este Daniel Espinosa: la mezcla de la sangre hispana de sus ancestros y el frío gélido de su tierra de nacimiento parece resultar, literalmente, explosiva…
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