Nada menos que veintisiete años ha tardado en ver la luz este largometraje de dibujos animados, cifra que, a buen seguro, podría incluirlo en el Libro Guinness de los Records como film de más larga gestación de la historia. Al final, ciertamente, ha merecido la pena, si bien habrá que advertir que tan dilatado proceso de elaboración ha dejado huella en la unidad de estilo del producto, aunque en este caso eso resulta incluso simpático.
Como simpático es ver cómo toda la parte inicial, deliciosa, combinando color para los personajes opulentos y blanco y negro para los desheredados de la fortuna, apuesta por una decoración para los fondos muy típica del momento en el que se inició su producción, a finales de los sesenta, echando mano con desparpajo del llamado "op art" o arte óptico, que hacía furor por aquella época, así como de las teorías y de las pinturas de Escher.
Después, coincidiendo con épocas más recientes de la producción, Richard Williams (creador de Roger Rabbit, para quien no le suene este prestigioso animador) vira hacia concepciones más modernas del dibujo, pero el resultado global no es en absoluto incongruente. El tema, como en casi todos estos cuentos arabizantes, combina con pericia princesas enamoradas, marginados de buen corazón, ladronzuelos patosos, y el pérfido y poderoso valido del soberano de turno. Estos dos últimos, el ladrón del título y el visir Zig Zag, tienen una entidad muy superior al resto de los personajes y merecen entrar por derecho propio en la historia del "cartoon". En resumen, un film de dibujos que no es de Disney pero que da tanta calidad (o más) que la Casa del Ratón...
(18-08-2002)
90'