El multimillonario

George Cukor ha sido siempre considerado como un buen director de estrellas; los trabajos realizados en este aspecto así lo acreditan. Bastaría echar una ojeada a su amplia filmografía para ver que gran parte de los monstruos sagrados de la pantalla se han puesto en sus manos para ser dirigidos por él (Greta Garbo, Sophia Loren, Katharine Hepburn, Jean Harlow, Anna Magnani, Marilyn Monroe…).

Cukor tiene una sensibilidad especial para dirigir a las actrices y para crear comedias, su género preferido y en el que se desenvuelve con mayor soltura. Dentro del mismo se pueden contar sus mejores obras, como El multimillonario. En este sentido, Cukor ha sido uno de los directores norteamericanos que más ha cultivado este género y que más ha aportado no sólo a su desarrollo, sino al del cine en general; por ejemplo, con el uso que hace de las proporciones y facilidades de juego de la pantalla ancha. En El multimillonario se encierra, por tanto, todo un resumen de muchos años de cine cómico americano, que gracias al milagro de la comedia puede trascender la simple anécdota de una cenicienta, transformada por obra y gracia de la imaginación en pura poesía, dicha con la belleza formal de las más hermosas imágenes. Así se logra que, lejos de ser una novela rosa, El multimillonario sea una comedia altamente patética, en la que el final feliz no logra borrar la sensación de angustiosa frustración de la vida del plutócrata, frente a la libertad creadora de un grupo de artistas pobres pero llenos de fe que creen plenamente en la importancia de su trabajo.

El multimillonario es el fruto de una veteranía, un dominio de la técnica, el desarrollo maduro de un género y el encanto de una las mayores actrices del cine de todos los tiempos: Marilyn Monroe.