Tengo escrito en esta web que el cine de los hermanos belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne está sobrevalorado. El mero hecho de hacer cine social no puede ser, por sí solo, sinónimo de interés, y la visión de esta El niño lo confirma, y la obtención de la Palma de Oro del Festival de Cannes (el certamen cinematográfico más importante del mundo), como ya lo hizo su anterior, y nefasta, Rosetta confirma que el mundo del cine está lleno de papanatas.
Se nos cuenta, más bien atropelladamente, la historia de dos marginales: él, pequeño ladrón de poco más de veinte años, que sobrevive como puede entre la indigencia y la delincuencia de poca monta, a base de tirones y chanchullos de medio pelo; ella, que sí tiene casa propia, está enredada sentimentalmente con el golfillo y acaba de tener un bebé de él. Pero al memo del padre de la criatura no se le ocurre otra idea mejor que vender al niño a una siniestra mafia para su adopción, y ello desencadenará su perdición...
Según lo que se nos cuenta, parece que para los hermanos Dardenne ser marginal es ser tonto, como parece ser este descerebrado que vende al niño sin pensárselo dos veces, sin hablarlo con su amada y madre del bebé: vamos, un perfecto mentecato que se entiende, entonces, por qué está en la situación de indigencia en la que meramente sobrevive, y que, por supuesto, desdeña la mera posibilidad de trabajar que le ofrece el Estado ("trabajar es para pringaos", dice el carajote).
Con el estilo nervioso y feísta que caracteriza a los hermanos belgas, que son como los chocolates belgas pero bastante menos dulces, El niño sube un escalón con respecto a Rosetta (es cierto, no era difícil...), presentando la vida airada de un pequeño chorizo al que la vida, por mor de una traición (tema recurrente casi siempre presente en el cine de los Dardenne), le aboca a una ruina aún mayor que la que ya tenía encima.
Trivialidades para curiosos: el protagonista del film, Jérémie Renier, ya lo fue también, cuando era un adolescente, de una anterior película de los hermanos belgas, La promesa. Por otra parte, la protagonista, Deborah François, tiene un extraordinario parecido físico con la de Rosetta, Émilie Dequenne, hasta el punto de que parece su hermana menor; está claro que, también para los actores, los Dardenne son gente de ideas fijas (por no decir de mentes cuadriculadas...).
(20-11-2005)
95'