Denys Granier-Deferre es lo que se podría llamar, por analogía, “hijo del cuerpo”. Su padre, Pierre Granier-Deferre fue un reputado director francés, especializado en densos dramas, aunque es cierto que con cierta tendencia al engolamiento. Su hijo Denys dio sus primeros pasos en la profesión cinematográfica bajo los auspicios de su padre, ejerciendo de ayudante de dirección en algunas de sus películas. Cuando el chico Granier-Deferre pudo volar solo, se dedicó mayormente a comerciales productos televisivos, que manufactura aseadamente.
El pastel de boda es una de sus escasas incursiones en la pantalla grande, ambientada, como cabe suponer por el título, en un casorio, en este caso de altos vuelos. En un casoplón en la campiña se celebra los desposorios de Vincent y Bérengère. En principio todo va conforme a lo previsto, salvo que el pastel de boda, al ser introducido en el sótano, se cae al suelo y tiene que ser remontado por el pastelero como buenamente puede. La boda está habitada por los tópicos habituales: todos de tiros largos, todos disfrazados para la ocasión como no irían nunca por la vida normal, con ese dulce (más o menos) caos de los himeneos de cierto postín. Pronto vemos que la abuela de la novia tiene un interés especial por el cura, un hombre también de edad provecta; y es que los viejecitos guardan un antiguo secreto, aunque el cura no se ha dado cuenta de la identidad de la abuela...
Denys Granier-Deferre no es un estilista, y él lo sabe; conoce las normas básicas de la puesta en escena, y en ese sentido la película se sigue con cierta benevolencia. La novela original de Blandine Le Callet pone la materia prima argumental, combinando cierto tono folletinesco, con cierta historia de amores y preñeces de medio siglo atrás, con la búsqueda de una tibia crítica a este tipo de banquetes y cuanto en ello hay de superficial y tópico. Tendremos así a toda una fauna reconocible, pero también llena de estereotipos: la novia tonta, el casanova de la familia, la vieja mandona e insultadora, la madre que odia a la novia, el marido y padre insoportable...
También, como toda reunión familiar, y no digamos una boda, ya sabemos que será una inevitable fuente de conflictos. Teóricamente ello abona el camino a los supuestos diálogos acerados, y así es, pero lamentablemente no se puede decir que sean especialmente brillantes; porque al final parece que, puya va, puya viene, todos simplemente compitieran por ser desagradables, por zaherir al otro, al familiar o al amigo, llegando a un notable grado de crueldad psicológica.
A ratos parecería que Denys quiere jugar la carta de la heterodoxia, aunque sin mucho convencimiento; de hecho, a veces no se sabe si es una crítica o una alabanza a este tipo de himeneos superficiales y vacuos. El guion no es un prodigio de calidad: utiliza recursos tan antiguos y manidos como el anónimo enviado por error a otra persona, y no digamos los malentendidos, ese comodín tan caro a los malos guionistas.
Así las cosas, la película, una comedia agridulce que no llega a dramedia, no termina de convencer por su morosidad narrativa y sus personajes acartonados que no tienen entidad propia, más alguna subtrama, como la de los amoríos de los viejos, que suena a falsa, resulta muy artificial.
Jérémie Renier, que se hizo un nombre (y un hombre: empezó de niño) con los hermanos Dardenne haciendo cine social, hace aquí la peliculita comercial que se permite de vez en cuando. Del resto nos quedamos con la siempre estupenda presencia (que no con sus personajes, que son bastante endebles) de los viejísimos Jean-Pierre Marielle y Danielle Darrieux, glorias del cine francófono, en el caso de ella en su último film para pantalla grande.
(19-01-2021)
93'