El peatón

La acción se desarrolla en los años setenta en la entonces República Federal Alemana (faltaban casi dos decenios para la caída del Muro de Berlín y la posterior reunificación). Un importante industrial, parlamentario además, ve puesta en entredicho su reputación por un periódico sensacionalista que le acusa de haber ordenado matar todo un poblado griego durante la Segunda Guerra Mundial. Esto causará una profunda impresión en su hijo mayor, que decidirá suicidarse...

Maximilian Schell fue un sobrio actor alemán, muy conocido en su momento del  público español, que decidió a mediados de los años sesenta pasarse también a la dirección cinematográfica. Con este El peatón hizo su tercera película como realizador. Suyo es también el guion, por lo que su autoría parece incuestionable. Schell pretendió darnos una visión objetiva de un hombre en el ocaso de su vida, cuando la intromisión de la prensa sensacionalista en su vida privada despierta viejos recuerdos de años atrás, un tiempo en el que, dentro del contexto de una crudelísima guerra, realizó un acto atroz. Schell bucea en el alma atormentada de este pobre viejo que poco o nada tiene que ver con aquel arrogante oficial nazi, fanatizado por una ideología demente. Su historia está construida a base de continuos flashbacks que pueden despistar al espectador poco avezado. Pero donde Schell ha fallado ha sido en el ritmo de la película, desequilibrado por constantes interrupciones de elementos ajenos a la trama, como conversaciones familiares de dudoso interés o manifestaciones obreras que suenan a falsas.

A reseñar a favor del director una honesta búsqueda de originalidad que diera a la película ese aire de obra de vanguardia que sin duda intenta, aunque nos tememos que no lo termina de conseguir. En otros apartados, excelente la banda sonora del gran compositor griego  Manos Hatzidakis, y correcta la fotografía de Wolfgang Treu. En la interpretación, un sobrio veterano como Gustav Rudolf Sellner realiza un interesante trabajo en el papel principal, y le secundan bien Peter Hall y el propio Maximilian Schell. Estamos pues ante un film estimable más por sus intenciones que por sus logros, reflejo de una sociedad, la alemana del siglo XX, sobre la que pesaba aún el fantasma del Holocausto.

(22-10-2021)