Y mira que nos olimos la tostá, como decimos en mi tierra, cuando vimos El paciente inglés. A esa oscarizada película le quitas la hermosa fotografía de las ardientes arenas del desierto, la bellísima música de Gabriel Yared y la química entre Ralph Fiennes y Kristin Scott Thomas, y te queda sólo un pomposo globo vacío.
Pues El talento de Mr. Ripley confirma que el ídem (o sea, el talento) no es precisamente la cualidad más evidente de Anthony Minghella, de profesión sus "bluffs". Porque ya hay que ser obtuso para desperdiciar la materia prima aportada por la novela de Patricia Highsmith de igual título, la primera en la que aparecía su héroe recurrente Tom Ripley, y que René Clement llevó a la pantalla en 1959 con el título (en España) de A pleno sol, en un filme (aquel sí) realmente notable. En la versión de Minghella prácticamente todo naufraga, empezando por un imposible Matt Damon de protagonista, que carece totalmente de lado oscuro, el que sí supo conferir a la perfección Alain Delon a ese mismo personaje en la película de Clement. Damon no parece capaz de haber hecho algo más malo en su vida (y lo que es peor, en su personaje) que comerse una loncha de mortadela con cuchillo y tenedor... Tampoco la sosísima Gwyneth Paltrow aporta nada al filme, con su habitual insulsez (¿qué vieron los académicos para oscarizarla el año pasado? Misterios de la gerontología...); sólo Jude Law pone las cosas en su sitio, un niño de papá refinado, indolente, guapo y caprichoso, justo lo ideal para que el personaje de Ripley se lo "lleve por delante".
Los bonitos paisajes italianos, desde Roma hasta Venecia, aunque con demasiado tono de tarjeta postal, al menos mejoran visualmente una historia incompetentemente guionizada y realizada con una imperdonable anorexia creativa, con cabos sueltos por doquier, motivaciones inexistentes y una forzada inclusión de ambigüedad homosexual, que ni estaba en el original (a lo que en principio no habría nada que objetar) ni cuadra en absoluto con lo narrado (lo que sí que es claramente recusable). Así las cosas, esta historia de un chiquilicuatre, un Don Nadie que concibe la idea de llegar a ser un niño pijo por sustitución (traumática, por cierto: concretamente abriéndole la cabeza) del titular de la cartera, ni convence a los admiradores de Highsmith, ni a los nostálgicos del Delon de su buena época, ni, sencillamente, a los aficionados al buen cine.
El talento de Mr. Ripley -
by Enrique Colmena,
Jan 01, 2000
1 /
5 stars
De Don Nadie a niño pijo
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