El cine con el cómic como fuente de inspiración conoce una edad de oro en la actualidad. Los efectos especiales e infográficos que se manejan en el siglo XXI son ya de tal calidad y realismo que se puede reflejar prácticamente cualquier cosa, por disparatada o imposible que sea, que se les ocurra a los guionistas. Otra cuestión será que esa historia sea de interés.
Es lo que pasa con esta Elektra, basada en un cómic de Frank Miller extraído de Daredevil, que parece un conjunto de retales tomados de otros cómix, variaciones sobre temas ya archiconocidos, con una chica que parece sacada de Nikita, dura de matar, una asesina a sueldo expulsada de su escuela de estudio orientalista (con un imposible Terence Stamp en plan maestro ciego de Kung-Fu...), que se redimirá al defender a una familia que se demuestra no tan desvalida como parecía. Todo esto con una empanada mental en torno a la lucha entre el Bien y el Mal, donde este último tiene toda la pinta de una mafia china o japonesa, con sus ninjas y sus yakuzas, una pasada total.
La historia es más bien indefendible, con esta chica en busca de redención que la encuentra defendiendo a unos pobrecitos papi e hija, con mucho mamporro y mucha fantasía de diseño. Hay algún acierto visual, como la plásticamente hermosa lucha en la casa de Elektra, con las sábanas que cubren los muebles volando al tiempo que se enfrenta la heroína con el villano de la función, pero poco más.
Rob Bowman, el director, alcanzó algo de más altura con su anterior filme, el curioso y apocalíptico El imperio del fuego, fogueado como está en series televisivas de corte fantástico (en su currículo hay títulos como Expediente X, Stark Trek: La nueva generación o Alien Nación), pero ciertamente aquí poco podía hacer con una historia infumable.
95'