Elígeme

El caso de Alan Rudolph es curioso: este cineasta angelino, tras un par de títulos irrelevantes, se da a conocer a mediados de los años setenta con Bienvenido a Los Ángeles (1976), que le presenta como un hombre con capacidad para hablar de relaciones románticas con originalidad; su siguiente film, Recuerda mi nombre (1978) refuerza esa impresión, y Rudolph va ganando en relevancia en el cine independiente USA.

Tras otro par de títulos no significativos (Roadie y Especies asesinas, sin mucho que ver con los intereses artísticos de Alan), el director rueda el que quizá sea su film más relevante, este Elígeme que le procura notable fama y prestigio dentro de las clases cinéfilas de cierta ilustración, una deliciosa comedia romántica en la que el azar y las carambolas juegan muy fuerte.

Elígeme se constituye entonces en un raro fenómeno sociológico, en una película que establece dentro del género romántico un evanescente estilo que podría denominarse postmoderno, y que influirá poderosamente en todo el cine de amor de la década de los ochenta.

Un joven con ciertos aunque indeterminados problemas psiquiátricos huye de su confinamiento en un establecimiento para enfermos mentales. Encontrará entonces a una mujer en un bar que escancia vino, pero también saudade, a la espera del hombre de su vida...

Hermosa película, llena de desaliento vital pero también de una lánguida esperanza, guarda un difícil equilibrio entre lo lírico y lo cursi, sin caer admirablemente de ninguno de los dos lados. Ese equilibrio conseguiría mantenerlo Rudolph todavía durante algunos títulos más, como Inquietudes y Los modernos, pero no tardando mucho se perdería en productos olvidables como Amor perseguido (1990) o La señora Parker y el Círculo Vicioso (1994), hasta llegar a la más absoluta irrelevancia en el siglo XXI.

Notable trabajo interpretativo del trío protagonista, un Keith Carradine que haría el personaje de su vida, y las estupendas Lesley Ann Warren y Geneviève Bujold.