El cineasta catalán José Antonio de la Loma firma esta voluntariosa pero escasamente imaginativa muestra del género de aventuras paramilitares, en un terreno, el de la coproducción con Estados Unidos, que no le era desconocido. De la Loma alcanzó alguna notoriedad en la España de la Transición con su serie cinematográfica de los “Perros callejeros”, que llegó a tener hasta cuatro episodios, aunque siempre en curva descendente de interés. De todas formas, puso de moda una especie de subgénero de delincuentes urbanos, aunque ahí prácticamente termina su aportación de cierto relieve al cine español.
En el caso de este filme, De la Loma reunió para la ocasión a todo un no precisamente distinguido elenco de intérpretes internacionales, con la divisa común de ser todos ellos segundones o estar más que olvidados en sus respectivas cinematografías. Así, encabeza el reparto el viejo y siempre mediocre George Kennedy, con el más joven pero igualmente ineficaz Andrew Stevens (hijo de Stella Stevens, musa menor de la generación de los sesenta), el fáustico Louis Jourdan, que hiciera “El proceso Paradine”, para Hitchcock en los años cuarenta, o Kabir Bedi, en los setenta un musculoso y apolíneo Sandokán en las pantallas de televisión, para deteriorarse después, tanto físicamente como en popularidad, con una vertiginosidad digna de mejor causa…
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