Lees el currículo de Isidro Ortiz y te caes de espaldas: salvo escalar el Everest, este hombre ha hecho de todo, desde publicidad a colaborar con la Fura dels Baus o en la coordinación de la ceremonia inaugural de la Expo’92, pasando por la realización de informativos y, “last but not least”, también dirección cinematográfica, hace un par de años con Somne, por la que no pasará a la Historia del Cine, y ahora con esta Eskalofrío, que ya da ídem (pero con “c”) nada más que por el título, que no sabe uno si es de “okupa” o de “kañero”, aunque a lo mejor es de “kaka”…
Porque lo cierto es que esta segunda incursión de Ortiz en la dirección cinematográfica no se puede decir que sea un dechado de talento; y lo curioso es que comienza bien, con la pesadilla inicial del protagonista que nos pone en antecedentes sobre la grave enfermedad que padece este adolescente, emparentada con la fotofobia (¡es cierto, como los niños de Los otros!), realizada con fuerza, intencionalidad, potente carga simbólica y percutante suspense; no sigue mal en las primeras escenas, rodadas en una Barcelona permanentemente de noche, con un extraño “look” tenebrista aunque dentro de un contexto puramente urbano.
Pero en cuanto la madre y el hijo se mudan a un pueblecito del Pirineo, donde la luz del sol, a la que es alérgico el chico, apenas llega, todo cambia; se cae entonces en los tópicos de siempre: la amenaza del bosque, donde no se ve nada pero se oyen ruidos supuestamente inquietantes; los ataques inopinados, siempre dirigidos al personaje que está fuera de campo; los hoscos aldeanos, de mirada torva y cargados de xenofobia… Todo ello hasta que la historia toma un sesgo imprevisto, y no por ello mejor, cuando entra en escena una niña salvaje, que hace añorar clásicos del tema como El pequeño salvaje, de Truffaut, e incluso el bastante más endeble El enigma de Gaspar Hauser, de Herzog.
No es éste el cine de género que necesita el cine español: hombre, no estamos pidiendo que se haga un nuevo El resplandor, pero al menos que se haga un cine de terror medianamente decente; es cierto que Eskalofrío está rodado con aseo, sin faltas de ortografía (estaría bueno, en un tipo curtido entre cámaras desde hace décadas), pero le falta personalidad, sólo hay algunos destellos iniciales que después no encuentran confirmación en el resto del metraje. Así las cosas, el único escalofrío que vamos a sentir será el producido por el aire acondicionado de la sala…
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