Parece que el cine español empieza a enterarse de qué va la cosa: no sé si serán sólo indicios, pero en los últimos tiempos se está viendo una cierta apertura hacia temáticas y géneros habitualmente inexistentes en nuestra cinematografía. Para muestra, este botón: Eva es un filme español de ciencia-ficción. Sí, ya sé que hasta ahora parecían términos antitéticos, pero ya no lo es. Para más inri, está ambientado en el año 2041, cuando el cine hispano, salvo rarísimas excepciones, se sitúa siempre en la contemporaneidad o en el pasado, preferiblemente en la Guerra Civil o en la posterior postguerra, que tenemos ya tan trillada.
Sin embargo, Eva es de ciencia ficción, se ambienta en un futuro no precisamente cercano (treinta años en estos tiempos es casi una era; qué digo, un eón…), y su temática, ahí es nada, es la inteligencia artificial y la posibilidad de que los androides creados por el hombre se comporten, a imagen y semejanza de su creador, con sentimientos, siendo estos, como es sabido, incontrolables: porque el Hombre no es solo amor y amistad, afecto y cariño, sino también odio, ira, rencor, frustración.
En ese futuro un joven científico vuelve a la localidad que le vio nacer (un bellísimo pueblo localizado en Suiza, entre nieves que se antojan perpetuas, a la orilla de un lujuriante lago como de postal), a retomar su carrera allí; le será encargado entonces por su antigua profesora un proyecto de inteligencia artificial emocional para un androide con cuerpo y mentalidad de niño; pero el científico se reencuentra también con su pasado: su antigua novia, a la que abandonó para partir hacia nuevos horizontes profesionales; su hermano, que casó con su antigua novia; y la hija de ambos, Eva, una niña de diez años cuya inteligencia y madurez le subyuga, y a la que toma como modelo para su proyecto de androide infantil.
Kike Maíllo, el director de esta rara ave del cine español, es un cineasta catalán de aún corta filmografía, autor de un par de cortos y de la serie televisiva de dibujos animados Arròs covat, producida por la autonómica TV3. Aquí cambia de registro y realiza una aproximación al universo de la emotividad del ser humano, jugando con una cierta intriga (quién es, realmente, la pequeña Eva, y qué relación real tiene con el protagonista, su exnovia y su hermano), pero que finalmente recala en las aguas del drama casi químicamente puro, cuando se desata la tragedia y el joven científico se ve abocado a afrontar una decisión terrible.
Cine del sentimiento casi sin mostrarlo, llama la atención por su proximidad al hito fundamental de su temática, A.I.Inteligencia artificial, la magistral película de Spielberg sobre un tema acariciado en su momento por Kubrick. Pero el filme de Maíllo tiene entidad propia, no se puede decir, porque sería falso, que es una copia ni siquiera que está en la estela spielbergiana. También es cierto que al cineasta barcelonés le falta un hervor en cuanto al pulso narrativo, y que todavía carece de una personalidad definida como director cinematográfico. Pero, con todo, Eva resulta ser una hermosa película, ambientada en una atmósfera como de irrealidad (quizá el paisaje suizo, abrumadoramente nevado, contribuya a ello), con personajes de carne y hueso, con lo difícil que ello es en un filme de ficción científica, y con algunas escenas memorables, como todas aquellas en las que el protagonista expande a la vista de todos las cualidades o defectos de sus androides, como en una exposición virtual de pequeñas vasijas cristalinas que parecen flotar en el espacio: allí estarán la soberbia, la avaricia, la capacidad de amar, la astucia, el resentimiento… el ser humano, aunque sea en cuerpos llenos de cables.
Una frase, ¿qué ves cuando cierras los ojos?, dicha por el científico de turno, será la clave para que los androides se desarmen emocionalmente y todos sus recuerdos, toda su vida almacenada en sus chips de silicio, se desmoronen, se disuelvan. Esa frase, odiosa porque supone un fracaso, se tornará tanto más dolorosa cuando con ella se acabe, para siempre, lo más amado.
Buena interpretación de los actores, en especial Daniel Brühl, cuya facilidad para hablar español, como buen hijo de catalana, le tiene venturosamente abiertas las puertas de nuestro cine. Peor está Alberto Ammann, si bien es cierto que su personaje es de los más endebles de la trama. Atención a la pequeña Claudia Vega, que hace toda una creación de su complejo papel, y que promete ser una actriz de gran futuro.
2011'