Precedida de una gran polémica, sobre todo por los problemas en su rodaje en Argentina, llega uno de los escasos musicales rodados en los dos últimas décadas, preñado del tono de este fin de siglo y de milenio, un musical sombrío y crítico sobre una de las figuras más controvertidas, amadas y odiadas de esta centuria.
Pero debe quedar claro que Evita no pretende ser una biografía rigurosa de la que fuera primera dama argentina, aunque su persona la inspire. También es evidente que los guionistas se despachan a gusto contra la política del cuartelazo que regía/rige en los países latinoamericanos, y contra las clases opulentas, que vieron con displicencia la llegada al poder de una mujer del arroyo, pero también sobre una política de gestos de Perón y su esposa, que sirvió para parchear pero no para resolver los problemas de las clases bajas.
Todo ello, sin embargo, está hábilmente imbricado en un espectáculo poderoso, donde brilla una puesta en escena algo teatralizante pero sin duda efectiva, un musical moderno que sigue las reglas del juego, más cercano formalmente a sus homólogos europeos de Jacques Demy que a los yanquis clásicos, aunque también esté próximo temáticamente al pesimismo de un Brigadoon.
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