El cine policíaco francés, en los años setenta, era un género ya en franca decadencia, cuando años antes, con cineastas como Jacques Becker, Jean-Pierre Melville o Marcel Carné, había alcanzado altas cotas de personalidad propia, una densidad y una clase que han marcado la historia del género. Pero tras la muerte de Melville el cine negro galo se queda prácticamente huérfano, poblado sólo por realizadores de segundo orden, cineastas de probada profesionalidad pero carentes del talento y el nervio de la anterior generación. Uno de esos cineastas nuevos, que empezó a dirigir a principios de los sesenta, fue Jacques Deray. Flic Story es una película a mayor gloria de su protagonista, Alain Delon, en una historia en la que predominan los lugares comunes del género, poco novedosa, y en la que se le enfrenta a un criminal interpretado por Jean-Louis Trintignant, quien habitualmente hacía papeles mucho más moderados, de hombre tímido e introvertido. Aquí parecen acabar las novedades de este filme negro, que más bien resulta gris, uno más, no especialmente distinguido, de entre los muchos que protagonizaron Delon y Belmondo, juntos o separados, en los setenta y ochenta. Jacques Deray, el realizador, tuvo sus mejores momentos en filmes como La piscina, precisamente con Delon y Romy Schneider, Borsalino, que llegó a tener una secuela, y Funeral en Los Ángeles. En el reparto, además de los dos astros franceses, Delon y Trintignant, destaca una vieja gloria italiana, Renato Salvatori, que alcanzó la cima de su carrera en la viscontiana Rocco y sus hermanos, y Claudine Auger, una belleza hoy prácticamente olvidada.
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