Esta película está disponible en el catálogo de Filmin.
Philippe Lesage es un guionista y director de cine canadiense, formado en su país y en Dinamarca. A mediados de los años cero de este siglo XXI inició una carrera como documentalista, labrándose un prestigio en esa faceta, para, a mediados de los años diez, pasarse al largometraje de ficción con su impactante Los demonios (2015), introspección en la vida de un niño de diez años, Félix, y sus miedos y desconciertos en una edad en la que, siendo aún un infante, tiene ya capacidad para vislumbrar ese mundo adulto que se le viene encima. El film tuvo un notable éxito de crítica y participó en varios festivales, consiguiendo premio en el de San Francisco. Ahora Lesage vuelve con otra historia de ribetes más o menos autobiográficos, si bien, como es lógico, tamizada por criterios tales como dotarla de interés para su plasmación cinematográfica y retocarla cuanto sea necesario para que, siendo verdadera, a la vez sea ficticio, sea una obra artística antes que biográfica.
Canadá, siglo XXI. La película se centra en tres personas, dos de ellas coetáneas y que comparten familia (son hermanastros), Charlotte y Guillaume. La primera, apenas veinteañera, tiene un novio de su edad, Maxime, que cierto día le propone, entre amagos, que tengan una relación abierta a otras personas; a ella en principio la idea no le gusta, pero se amolda y pronto encontrará un hombre más mayor, casi cuarentón, con el que se enrolla, mientras mantiene el noviazgo con Maxime, que sin embargo empieza a dejar de interesarle. Guillaume, por su parte, está aún en el instituto. Es el chico más popular de la clase, divertido, gracioso, un punto (o muchos puntos...) petulante y engreído. Sin embargo, Guillaume no parece tener mucho éxito, más bien ninguno, con las chicas. Y es que Guillaume guarda un secreto que no se atreve a hacer público, hasta que lo haga... La tercera historia es la de Félix, el mismo niño de Los demonios, recuperado para esta ficción cuando ya tiene en torno a 14 años, en un campamento de verano, donde empieza a enamorarse de una chica de su edad, Bèatrice.
Génesis, en sus dos primeras historias, supone el doloroso acercamiento al amor en la adolescencia, esos primeros escarceos sentimentales que tienen lugar en los años en los que se forja y forma el carácter y la personalidad definitiva del individuo, en una sentida radiografía de la adolescencia próxima a la mayoría de edad.
Tiene Lesage una evidente voluntad de estilo: filma elegantemente, con suaves panorámicas, con planos perfectamente encuadrados, sin buscar el naturalismo: su película está más hecha de sensaciones que de narraciones, más de imágenes que de hechos concretos. El director gusta de cartografiar los rostros de sus jóvenes personajes, asomándose cual voyeur a su interior. Hay en las historias de Lesage algo del cine del último Rohmer, el del ciclo de las Comedias y Proverbios, con su gente muy joven enfrentándose por primera vez a historias de sentimientos, de sexo, de amor, descubriendo qué son, qué quieren ser o qué creen ser.
Hay también una denuncia “sotto voce” sobre los excesos de algunos docentes, pintados aquí como arbitrarios, atrabiliarios, con tendencia a humillar al alumno o alumnos que no son de su agrado, contradiciendo de esa manera abyecta el que habría de ser su sagrado deber, formar en valores, con respeto, a los que han sido encomendados a sus cuidados.
Cuando se desencadenan los dramas de los dos protagonistas hermanastros, en graves sucesos que, sin estar concatenados, les suponen a ambos un evidente trauma, los dos terminarán encontrando algo parecido a la estabilidad en estar juntos, en sentirse unidos, con lo que Lesage viene a decirnos que, cuando pintan bastos, el único refugio verdadero es la familia, será allí donde encontraremos alivio, consuelo, lo más parecido a un bálsamo vital.
El último cuento (sí, como los “cuentos morales” de Rohmer...), de apenas 20 minutos, cambia absolutamente el registro, constituyéndose en la historia de un hermoso, simple, sencillo amor preadolescente de verano, de desarmante blancura, una niña y un niño, quizá en los 14, hecho a base de miradas y sonrisas cómplices, de cartitas echadas al buzón, de canciones cantadas a la luz de la hoguera, de abrazos más fraternales que sexuales. Con un final en anticlímax, cabría suponer que, si todas las historias de Lesage son, como parece, veladamente autobiográficas, el período impúber y adolescente de este hombre ha debido ser de lo más movido y variado...
Quizá podríamos calificar a Lesage como un Xavier Dolan con menos efervescencia, con menos interés por provocar. A cambio, resulta más elegante, con frecuencia más humano, más cercano, menos explosivo. Ambos son los cineastas jóvenes (más o menos: Lesage ya es cuarentón...) más interesantes del Canadá que se asoma a la tercera década del siglo XXI.
Bien los jóvenes intérpretes, sobre cuyos hombros pivotan las tres historias: fresca y creíble Noée Abita como Charlotte, con una todavía corta pero interesante filmografía; introspectivo y muy adecuado al personaje Théodore Pellerin, que confiere sabiamente los muchos matices que tiene el rol de Guillaume; el pequeño Édouard Tremblay-Grenier retoma su personaje de Félix de Los demonios, en una evolución que, afortunadamente, lo encauza hacia una vida más o menos normal (lo que quiera que sea eso...).
La película obtuvo varios premios en certámenes de cine, entre ellos tres galardones (incluido el más valioso, la Espiga de Oro) en el Festival de Valladolid, la popular Seminci.
(14-07-2019)
129'