El crimen de guerra que supuso el bombardeo de Guernica el 26 de Abril de 1937 por parte de la Legión Cóndor alemana y la Aviación Legionaria italiana, en el contexto de la Guerra Civil Española, ha tenido muchas aproximaciones en cine. La más importante es, sin duda, el cortometraje Guernica (1951), una de las primeras obras maestras de Alain Resnais. En clave de ficción se ha tratado de muy diversas maneras, desde el formato de largometraje en A los cuatro vientos (1987), de José Antonio Zorrilla, a la miniserie televisiva en Gernika bajo las bombas (2012), de Luis Marías.
Gernika no aporta nada nuevo, en términos cinematográficos. Se trata, es cierto, de un notable esfuerzo de producción, nada menos que recrear en pantalla el horrible bombardeo que destruyó el setenta por ciento del pueblo y mató una cifra que no se conoce con exactitud, pero que podría superar las doscientas personas, en su mayoría civiles.
Pero lo cierto es que el filme de Koldo Serra deja mucho que desear. Parte de un guion lamentable, sobre una historia original de José Alba, el CEO de Pecado Films, que es quien ha producido mayoritariamente el filme, así que ya se entiende un poco por dónde van los tiros… Pero la historia carece de credibilidad, con su cínico reportero de guerra (inspirado en el auténtico George Steer, el periodista inglés que informó desde el lugar de los hechos para The Times), hastiado de los conflictos bélicos en los que ha estado, que se dedica a inventarse los sucesos de la conflagración; estará la chica de la que se enamora (por cierto, de profesión censora, ejem, qué poco progre…), que intenta su recuperación para la causa de la verdad (lo que quiera que sea tal cosa), pero también otra chica, fotógrafa de guerra (¿en 1937?, ¿qué majadería es ésta?), que parece en principio va a tener un papel relevante, incluso con escena de grave riesgo para su vida por sacar una foto, para después prácticamente desaparecer de escena cuando se “arrejunta” con el periodista que trabaja para los fachas… En fin, un despropósito tras otro, incluyendo algunos disparates anacrónicos como poner en boca de la fotógrafa que quiere ganar el Premio Robert Capa, galardón que no se creó hasta dieciocho años después de cuando se sitúa la acción…
Falta de personalidad, acartonada, notándose en demasía los efectos digitales en la destrucción del pueblo por los bombardeos de los aliados de los franquistas, Gernika es un gran esfuerzo de producción que no se corresponde, en absoluto, con un resultado equiparable. Lástima de seis millones de euros de presupuesto, lástima de ambicioso proyecto rodado en inglés (y otras lenguas; ésa es otra: si se habla, además de en inglés, en español, euskera y alemán, ¿por qué los rusos hablan entre sí en inglés?), buscando el mercado americano, lástima de reparto apañado, aunque el actor inglés que encabeza el reparto, James D’Arcy, tiene más nombre que carrera brillante. Pero están María Valverde e Ingrid García Jonsson, dos de las más talentosas actrices jóvenes españolas, algunos de los estupendos actores andaluces contemporáneos, Víctor Clavijo y Julián Villagrán, y también talentosas actrices vascas como Bárbara Goenaga y Elena Irureta. Además, por supuesto, de la nueva sensación del teatro, televisión y cine, Irene Escolar, la sexta generación de la familia Gutiérrez Caba, nada menos, que parece haber quintaesenciado en su persona toda la sabiduría de sus ancestros. Lástima que su papel sea episódico y casi sin diálogo.
Koldo Serra despertó mucho interés hace años con su corto El tren de la bruja (2003), pero posteriormente su carrera se ha adocenado en productos televisivos, algunos de cierta enjundia (El comisario), pero otros directamente olvidables (Gominolas). Aquí parece confirmar que estamos de nuevo ante el típico talento en ciernes que después se queda en nada. Lástima…
110'