Esta coproducción italo-francesa no llegó en su momento a España, probablemente por su tono anticlerical; recuérdese que en 1974 todavía vivía Franco y la ominosa Censura seguía tristemente vigente. Dirige Giuliano Montaldo, un cineasta de carrera mediocre hasta que hizo Sacco e Vanzetti, sobre los dos anarquistas ejecutados en USA por un crimen que no cometieron, filme que se convertiría inmediatamente en objeto de culto del público progresista.
Con Giordano Bruno, su posterior filme, Montaldo insistió en una postura de denuncia, en este caso llevando a la pantalla la vida de uno de los mártires del libre pensamiento, el filósofo italiano del título, cuyos planteamientos muy heterodoxos le condujeron, a comienzos del siglo XVII, a morir en la hoguera, a manos de la Santa Inquisición. Protagoniza Gian Maria Volonté, un actor de que especializó en este tipo de filmes de denuncia, junto a la siempre espléndida Charlotte Rampling y el entonces prometedor Mathieu Carrière, el actor que se dio a conocer internacionalmente con El joven Torless, de Volker Schlöndorff.
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