Está visto que el buen rendimiento en taquilla de la saga del Doctor Lecter sigue motivando nuevas “calas” en la vida y milagros (por decir algo…) de este médico loco inventado por la mente calenturienta de Thomas Harris, en la novela, y por la no menos tortuosa de Jonathan Demme en la traslación al cine de “El silencio de los corderos”, película de culto que dio lugar a una riada de filmes de terror en el que el canibalismo, la tortura y el dolor físico eran tan protagonistas como los personajes de carne (amoratada, cortada, seccionada) y hueso (rebanado, astillado, machacado) que los pueblan.
Ahora, en la misma línea que siguieron en su momento filmes como “Dos hombres y un destino”, que volvió grupas para filmar “Los primeros golpes de Buch Cassidy y Sundance”, o la saga de “Star Wars”, que filmó el comienzo de todo en el capítulo final en “Star Wars. Episodio III: La venganza de los Sith”, se nos cuenta, en este “Hannibal, el origen del mal”, cómo comenzó este científico tan lúcido como falto de escrúpulos (y con un pésimo gusto culinario, es verdad…) a disfrutar con menús tales como la brocheta de mejillas o el salteado de higadillos. Pero, ¡ay!, hay varios problemas: el primero, que la materia prima no es la misma que en la novela/película inicial de la saga, la seminal “El silencio…”; aunque Thomas Harris ha escrito el texto argumental, aquí no hay, ni de lejos, la tensión existente en la primera novela, con el brillante juego de inteligencias entre el médico demente y la agente del FBI. Aquí lo más parecido es el juego entre erótico e incestuoso del protagonista adolescente con su tía japonesa (interpretada por una china: cosas veredes…), porque la tensión existente entre el joven Hannibal y el inspector francés es menos que cero… Tampoco ayuda mucho, precisamente, la tesis del filme, haciendo pensar que el Doctor Lecter llegó a ser un degenerado por causa del horrible trauma por el que pasó en su niñez y la sangrienta venganza que se tomaría por ello. Y es que, por mucho que el novelista/guionista Harris y el director Webber se empeñen, la maldad de Hannibal Lecter, tal y como la vimos cuando se concentró en el personaje creado por Anthony Hopkins en “El silencio…” y posteriormente (en menor medida) en “Hannibal”, es una maldad químicamente pura, una que no se aprende, sino que se nace con ella. Hay quien piensa todavía en la autenticidad del mito del Buen Salvaje; la mirada de Hopkins en “El silencio…” no admite bondad primigenia alguna: su personaje es un hijo de la gran puta desde que su madre (una santa, sin duda) lo parió. Así que nada de “…el mundo me hizo así…”; que no nos intenten hacer creer que uno de los mitos fundamentales de la literatura y el cine de terror del último cuarto de siglo es el resultado de un monicaco traumatizado…
Y, para remate de los tomates, el encargado del “casting” debía de tener un mal día cuando escogió al francés Gaspard Ulliel para el carismático papel del caníbal adolescente. Pero, hombre, si este chico al máximo de maldad que puede aspirar es a protagonizar una comedia de adolescentes salidos del estilo de “American Pie”…
Como todo tiene su parte buena, en este caso la de “Hannibal, el origen del mal” puede que sea, si Dino de Laurentiis, su longevo productor, no lo remedia, la última aparición del cada vez más difuminado doctor Lecter, tras el batacazo en taquilla que se ha pegado en USA. Ya veremos…
Hannibal, el origen del mal -
by Enrique Colmena,
Mar 23, 2007
1 /
5 stars
Retrato del caníbal adolescente
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