Amat Escalante es un joven cineasta mexicano, nacido por casualidad en España (en Barcelona, concretamente), que en su momento quiso adquirir la doble nacionalidad por esa cuestión del nacimiento fortuito, sin fortuna, hecho por el que quizá los prebostes de la cosa alguna vez tengan que arrepentirse.
Porque lo cierto es que Escalante, al menos en esta curiosa, percutante Heli, promete como cineasta. Autor de una todavía corta filmografía, estamos ante la primera película suya que se exhibe comercialmente en España, es cierto que al calor del éxito y el impulso que supuso conseguir el Premio al Mejor Director en la edición 2013 del Festival de Cannes, el evento cinematográfico más importante del mundo. Y lo cierto es que su filme llama poderosamente la atención. Quizá no sea la obra redonda que algunos han querido ver, pero sí tiene muchos valores.
Escalante es un director que, evidentemente, gusta de hacer cine realista, casi naturalista. Aquí nos narra un atroz suceso, acontecido en el estado de Guanajuato, situado en el centro del país azteca, en lo que podríamos llamar el México profundo, una tierra seca, yerma, una zona donde sólo se puede ser montador en la fábrica de coches, narco o militar que lucha contra el tráfico de drogas, pero también se beneficia de él. En ese paisaje devastado vive Heli, que ha casado recién, tiene un bebé de meses, una hermana pequeña que estudia, su padre y, por supuesto, su esposa. Todos ellos viven con modestia en una casita rural, pero todo cambiará cuando la hermanita se echa de novio a un aspirante a soldado que, ante la negativa de la chica a entablar relaciones sexuales (el miedo al embarazo, un clásico), decide hacerse con un alijo de cocaína que sus compinches militares habían distraído de la última quema de droga. Heli, al encontrar por casualidad los paquetes de esa nieve que quema, se deshace de ella; a partir de entonces se desencadenan los hechos: llega a su casa un grupo que no se sabe si es militar o paramilitar, matan al padre, lo secuestran a él y a su hermanita, también al noviete de ésta, y comienza un calvario para todos.
Heli parece a ratos un filme hecho a la manera de Bresson, tal es la sequedad, la ausencia de elementos emocionales que presenta la película. También es evidente la influencia de Tarantino (de hecho, es difícil hoy día no encontrar esa influencia en el cine moderno), con una crueldad y un sadismo a veces insoportables, pero tratando esa violencia de una forma cotidiana: esa estancia en la que los milicos se despachan a gusto con los dos secuestrados, Heli y el que quería convertirse en su cuñadito, se realiza con los niños de la casa presentes, que asisten al acto (e incluso participa alguno de ellos) como si estuvieran jugando a otra de las partidas de la Wii que unos momentos antes habían estado usando; qué decir, entonces, de esa que parece madre de los torturadores, vista con profundidad de campo al fondo del plano, en otra habitación, mientras cocina rutinariamente la que parece la cena de la noche, a la vez que, a su lado, apalean y desgracian a dos infelices: violencia en la cotidianidad, vulgarización del sadismo, en una sociedad cada vez más acorchada, más entumecida en su insensibilidad, donde las mayores canalladas forman parte del universo cotidiano y no despiertan sentimiento alguno.
Otra de las virtudes del filme es la utilización de intérpretes no profesionales; en este caso la falta de tablas, de técnica, pero también de los típicos vicios actorales de los intérpretes veteranos, beneficia al tono de la película, a esa sequedad, a esa austeridad como de anacoreta, un grupo familiar abocado a una gran tragedia por la decisión honesta de un hombre que no quiso ser partícipe del crimen de la droga, y cuya última víctima no puede ser rescatada sin decir la neta (la verdad, en el bello, dulce español mexicano) a una agente de policía que resulta tener comportamientos un tanto extraños (ay, ese fantasma de la estanquera de Amarcord…).
Película sólida, polémica por su dureza, refleja un modo de vida alejado del habitual couché en el que vive permanentemente el Primer Mundo: Guanajuato está a unos cientos de kilómetros de la opulenta Estados Unidos, pero allí las opciones para sus moradores son muy escasas: o esclavizarse mercenariamente en una fábrica de coches, o participar de la barbarie de la droga. Qué pena que el ser humano tenga que escoger entre Málaga y Malagón, entre Guatemala y Guatepeor.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.