Esta película está disponible en el catálogo de Filmin, Plataforma de Vídeo bajo Demanda (VoD).
Josep Bartolí (Barcelona, 1910 – Nueva York, 1995) fue un celebrado artista catalán que se desempeñó como dibujante, pintor y escenógrafo. Se implicó también a fondo en la política de su tiempo, profesando fundamentalmente el credo anarquista, aunque también se relacionó activamente con otras ideologías como el comunismo. Durante la Guerra Civil Española combatió en las filas de la República y, en febrero de 1939, cuando las fuerzas franquistas avanzaban ya sin freno hacia Barcelona, huyó junto a otro medio millón de personas hacia Francia, donde el débil régimen de la III República que presidía Albert Lebrun, temeroso del cada vez más poderoso Tercer Reich alemán, los confinó en campos de concentración. Allí Bartolí padecería calamidades, enfermedades y humillaciones, hasta que pudo escapar y huir hacia América, primero a México, donde conoció y fue amante de Frida Kahlo, después a Estados Unidos, donde se labró gran prestigio como dibujante, formando parte de las vanguardias de la época (Kline, Pollock, Rothko) y trabajó como escenógrafo para cine y teatro, además de publicar sus dibujos en medios de comunicación, entre otras actividades artísticas. Volvió a España tras la reinstauración de la democracia, aunque finalmente moriría en Estados Unidos, donde se había naturalizado.
Por su parte, Aurel (acrónimo con el que se conoce artísticamente a Aurelien Froment: Ardèche, Francia, 1980) es un artista gráfico francés que ha publicado sus caricaturas en prestigiosos medios franceses tan diversos como el muy serio Le monde diplomatique y el muy desvergonzado Le canard enchaîné. Es un artista declaradamente de izquierdas, muy comprometido con la causa ecologista y de apoyo a los inmigrantes refugiados en Europa. En 2011, en colaboración con la directora Florence Corre, realizó el corto Octobre noir ou Malek, Saïd, Karim et les autres..., precisamente sobre el tema de la inmigración irregular.
Ahora Aurel dirige en solitario esta estimulante Josep, crónica efervescente de la vida de Josep Bartolí, centrándose en especial en su hórrida experiencia en los distintos campos de concentración en los que estuvo recluido tras escapar de España perseguido por el ejército franquista. Nos cuenta Aurel, y su guionista Jean-Louis Milesi (habitual libretista del cineasta francés de izquierdas por antonomasia, Robert Guédiguian), las muchas humillaciones y penalidades sufridas por Bartolí y sus compañeros, fundamentalmente a manos de los gendarmes que los vigilaban, aunque uno de ellos, compadecido de tan inicuo trato, intentó en todo momento aliviarlos. Tras escapar con la ayuda del gendarme “bueno” (por llamarlo de alguna manera...), en lo que parece una licencia artística por parte de los autores del film, Josep emigraría a América donde conoció (también en el sentido bíblico...) a Frida Kahlo.
Es Josep una película necesaria: aporta una intensa mirada hacia uno de los hechos menos frecuentados por la cultura, en general, y por el cine, en particular, la pesadillesca supervivencia de los españoles confinados por el temeroso estado francés de 1939, y no digamos por el colaboracionista régimen de Vichy posterior al armisticio de Rethondes de 1940. Ese infausto tiempo en el que centenares de miles de españoles sufrieron calamidades sin cuento hasta que la Segunda Guerra Mundial se decantó por los aliados, está poco llevado al cine. Aurel lo hace en esta biografía ciertamente bastante libre de Bartolí, aunque se entiende que la expresión “licencia artística” está para eso: no se trata tanto de una pulcra biografía (para eso están otros, mayormente documentalistas) como de una aproximación vivencial y creativa hacia el espíritu de este dibujante, ácrata, radical pintor que las pasó canutas en su forzada estancia en Francia.
Los títulos de crédito del film, a los acordes de A las barricadas, en francés, dan idea de que este no es precisamente un film conformista ni burgués, por decirlo con la terminología tan cara a cierta (extrema) izquierda. Con un dibujo impresionista, casi tenebrista, donde predominan blancos, negros y grises, y algo de color para los rostros, el film se inicia de una forma abrumadora, retratando patéticamente el éxodo de los miles de españoles que huían de los que ya se intuían como impíos vencedores de una guerra vesánica (sí, todas las guerras lo son, y las civiles, doblemente). Con fondos lánguidos, apenas bosquejados o esbozados, Aurel pronto marca impronta, si vale la casi homofonía; su relato salta atrás y adelante, en dos tiempos cronológicos distintos, el de los refugiados/presos españoles en el sur de Francia, por un lado, a principios de los años cuarenta, y muchos años después, en fecha sin concretar, pero que podría ser ya en el siglo XXI, cuando vemos al gendarme “bueno”, Serge, que cuenta a su nieto adolescente lo que pasó con Josep. De vez en cuando se intercalan algunas imágenes de Bartolí en México, entre ambos tiempos cronológicos, en escenas más o menos reales del dibujante catalán y su relación con Frida.
Con un dibujo muy personal, que aprovecha para incluir algunas de las obras del propio Bartolí que publicaría años más tarde en México (en el siglo XXI ya en España) sobre sus vivencias en los campos de concentración, Aurel rinde tributo a un tiempo al artista español y, por otro lado, presenta la deleznable conducta de las autoridades francesas ante el ingente aluvión de personas que huían de un infierno atroz, en una denuncia de su propio país que, claro está, tiene un valor añadido por ser un francés el que la realiza.
Gusta Josep por su personalísimo estilo, jugando con frecuencia con el dibujo estático que se mueve como a saltos, confiriéndole un mayor dramatismo, en un film seco, lírico, con una poesía transida de dolor; llama la atención el muy imaginativo uso de las imágenes y de las transposiciones temporales, en una historia donde blancos y negros son los tonos de los peores momentos de humillaciones y condiciones infrahumanas (sin agua, sin comida, con enfermedades, con palizas), para empezar a surgir algunos colores vivos cuando las condiciones del campo mejoran levemente.
Sutilísima, imaginativa, dolorosa, artística, de una creatividad desbordante, solo cabría achacar a Josep cierto tono maniqueo que enturbia un tanto el por lo demás prístino mensaje, al que no hubiera hecho falta cargar las tintas.
“Solo es un español de mierda”, dice de Bartolí un abyecto gendarme literalmente porcino (por su aspecto, dibujado como si fuera un gorrino); ese era el concepto oficial, lamentablemente, del país vecino con respecto a los que huyeron hasta allí; menos mal que el pueblo llano, como casi siempre, estuvo muy por encima de sus gobernantes y muchos de ellos fueron generosamente acogidos y se avecindaron allí, viviendo existencias plenas, fundando familias, muriendo finalmente en paz.
La voz de Josep Bartolí la pone, en diversos idiomas (español, francés, catalán) el actor Sergi López, y de la voz de Frida Kahlo se encarga la cantante Silvia Pérez Cruz, autora también de la banda sonora original del film, además de cantar con su preciosa voz la canción que acompaña los créditos finales.
(11-04-2021)