Pelicula:

El gran éxito comercial (91 millones de dólares de recaudación solo en el mercado USA-Canadá, cuando la película costó apenas 8 millones) y artístico (convirtiéndose en un auténtico y plenamente reconocible icono de la cultura popular) de Karate Kid (1984), hacía prever que una continuación fuera poco menos que inevitable. No tardó mucho: dos años después, quizá para no perder el efecto electrizante de la escena final de la primera parte, llegaría esta segunda, que aún tendría bastante éxito comercial, aunque la tercera, Karate Kid III (1989), como cabía imaginar, ya disminuyó considerablemente su interés tanto económico como artístico, al intentar alargar extenuantemente la peripecia inicial. Pero la materia argumental aún no se había agotado, visto que posteriormente todavía habría una versión femenina, El nuevo Karate Kid (que debería haber sido, más apropiadamente, “La nueva Karate Kid”), en 1994, ya sin Avildsen a los mandos, ni Macchio en la interpretación (aunque sí la estupenda Hilary Swank, así que por ese lado se ganó...), e incluso en el siglo XXI Will Smith compró los derechos de la película para hacer un remake no precisamente afortunado, The karate Kid (2010), al servicio absoluto de su entonces retoño de 12 años (aunque, la verdad, no aparentaba más de 8 ó 9...) Jaden Smith.

Pero el tema aún cobraría un segundo y poderoso aliento con el “revival” que tuvo lugar con la serie Cobra Kai (2018), que retoma a los mismos personajes de la trilogía original (sin “Pat” Morita, ya fallecido) y nos presenta sus vidas treinta y tantos años después, en una historia en la que las fronteras entre buenos y malos se difuminan, de acuerdo con los tiempos.

Pero esta Karate Kid II (La historia continúa), segunda entrega de la saga original, aunque resultó ser inferior a la primera (era difícil mantener el nivel, sobre todo porque ya no había efecto sorpresa, e inevitablemente se cayó en el error de intentar rizar el rizo), mantuvo razonablemente el nivel y el interés. El hecho de cambiar de escenario, y hacer que tanto el señor Miyagi como Daniel-san viajen a Japón, y en concreto a Okinawa, patria chica del nipón, para asistir a los últimos días del padre del sensei, ya facilitó las cosas, al presentar un cambio sustancial en la ambientación, e incluso en los personajes, aunque ciertamente se mantiene el esquema (inevitable en la época en la que se filmó) de buenos y malos sin mezcla alguna. La historia, como decimos, nos presenta a Miyagi y Daniel viajando a Okinawa tras recibir el primero la noticia de que su anciano padre se muere. Allí ambos tendrán que enfrentarse al cacique local y a su esbirro preferido, siendo el primero además enemigo declarado del señor Miyagi desde décadas atrás por un asunto amoroso...

Bien rodada por un John G. Avildsen al que habría que reivindicar, esta segunda entrega de la franquicia mantuvo, como decimos, razonablemente el interés, y volvió a ser correspondida por un público deseoso de más aventuras de esta pareja tan peculiar, un maestro que es como un Pygmalión de ojos rasgados, lacónico, casi silente, y un alumno que en principio no entiende las heterodoxas formas (recuérdese el famoso “dar cera, pulir cera”, que se ha convertido en una frase hecha en nuestros tiempos) con las que su maestro le enseña karate.

Avildsen, efectivamente, no solo tuvo el gran éxito de Karate Kid, sino que en la década anterior, en los setenta, fue el director de otro gran icono del cine norteamericano y mundial, Rocky (1976), que lanzó a la fama a Sylvester Stallone. Avildsen, además, también hizo algunos films anteriores a estos dos “sleepers” (término anglosajón con el que se conoce en el argot cinematográfico a las películas en las que no se confiaba comercialmente pero que fueron tremendos taquillazos), como fueron la muy curiosa y políticamente comprometida Joe, ciudadano americano (1970), quizá un preanuncio de los disparates de la extrema derecha yanqui que les ha llevado en 2021 a asaltar su propio Capitolio, y Salvad al tigre (1973), formidable drama existencial con un Jack Lemmon en uno de sus escasos papeles dramáticos de aquellos años.

Ralph Macchio hace el trabajo que de él se esperaba, ese chico que en esta peli contaba ya 26 años pero parecía tener 15 como mucho. Nunca fue un actor precisamente excelso, sino más bien muy limitado, pero el personaje de Daniel-san lo tenía bien interiorizado. Noriyuki “Pat” Morita vuelve a repetir personaje, aquí quizá con algún conflicto interior más que en la primera y original entrega. Del resto nos quedamos con una Tamlyn Tomita en su primera película, que después ha tenido una larga y prolífica carrera (ha trabajado para Alan Parker, Wayne Wang y Paul Schrader, entre otros cineastas de relieve), siendo evidente que era la mejor de todos los intérpretes del film.

(10-01-2021)


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113'

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Karate Kid II (La historia continúa) - by , Jan 10, 2021
2 / 5 stars
El señor Miyagi y Daniel-san en Japón