Pelicula:

Aunque Michel Ocelot está haciendo cine y televisión desde 1976, no fue hasta finales del siglo XX que rodó su primer largometraje. Fue Kirikú y la bruja (1998), una deliciosa historia ambientada en el África negra, con un personaje inolvidable, el Kirikú del título, un niño diminuto que era tan avispado que “se nació” solo, sin tener que parirlo su madre. Aquel film tuvo un gran éxito en su país y también en su distribución internacional, y además parecía evidente que el personaje central y el paisaje allí retratado tenía más recorrido, de ahí que, tras hacer Ocelot su segundo film, Príncipes y princesas (2000), acometiera el proyecto de hacer una nueva película sobre Kirikú, su pueblo y su pugna con la bruja Karaba.

Así surge este Kirikú y las bestias salvajes, que se plantea como lo que en cine se suele denominar una “para-cuela”, o lo que es lo mismo, una historia que se desarrolla paralelamente a lo ocurrido en la primera cinta de la que esta es continuación. La película está contada por un anciano, quizá el chamán del poblado, que nos indica que las hazañas de Kirikú en la primera película apenas era una pálida relación de las aventuras que el pequeño niño había corrido y de las cosas que con su astucia y buen hacer había conseguido para los suyos. El anciano iniciará la narración de cada uno de los cuatro cuentos que componen esta Kirikú y las bestias salvajes. En el primero, tras conseguir Kirikú acabar con el conjuro de la bruja Karaba que impedía que las tierras del poblado se irrigaran, tendrá que enfrentarse, solo con su inteligencia, con una temible hiena negra que devasta los sembrados. En el segundo, ante la pérdida de la cosecha, a Kirikú se le ocurre que podrían hacer vasijas y objetos de arcilla para vender en la ciudad, pero en el camino hacia la urbe la bruja les tenderá una trampa. En el tercero, el pequeño tendrá que afrontar el curioso caso de un pájaro que deja huellas de tres patas. Y en el cuarto, el envenenamiento de la cerveza por parte de la bruja obligará a Kirikú, con la colaboración de los niños y jóvenes del poblado, a urdir un plan para conseguir el antídoto, existente solo cerca de la guarida de Karaba.

Tienen las historias de esta “para-cuela”, como su original, un tono encantadoramente naif, de una ingenuidad rampante, algo por supuesto buscado por Ocelot y su correalizador, Bénédicte Galup. Esos cuentos están adobados con escenas muy sencillas, muy simples, sobre la cotidianidad de la aldea.

Formalmente, los directores usan sobre todo los tonos marrones y ocres típicos del África negra, usando colores más vivos, como el rojo, solo para la bruja. El dibujo es antropomórfico, buscando acercarse, sin exageración, a los tipos humanos africanos, sin gazmoñerías en cuanto a las desnudeces de los personajes, varones y mujeres. Ocelot y Galup buscan intensificar el carácter bidimensional del dibujo, huyen de intentar siquiera aparentar el 3D, creyendo acertadamente que ello jugaría contra el carácter tan cándido de las historias y del entorno rural indígena. Ocelot usará a veces también su querido teatro de sombras, tan presente en otras de sus películas.

En cuanto al contenido, tienen las cuatro historias de esta segunda entrega de las aventuras de Kirikú sus correspondientes moralejas implícitas, todas ellas conforme al carácter progresista que siempre ha caracterizado el cine de Ocelot. Así, en el primero se remarca que la astucia siempre será superior a la fuerza bruta, pero también que el ser humano ha de reconstituir los destrozos que haga en la Natura; en el segundo se hará hincapié en que las soluciones fáciles y obvias pueden ocultar trampas que conviene evitar, que el camino correcto casi siempre es el más arduo; en el tercero la enseñanza moral será que el que resiste, gana, que no se puede uno dejar vencer tan fácilmente; y en el cuarto, los directores abogan por la necesidad de afrontar los problemas todos juntos, única forma de vencer cuando todo está en contra.

Hermosos valores todos ellos, sutilmente instilados en las mentes de los pequeños a los que va dirigido el film, aunque, como siempre en Ocelot, los adultos podrán sacarle más partido a estas pequeñas historias del niño diminuto que “se nació” solo, y que todavía daría lugar a una tercera entrega con Kirikú y los hombres y las mujeres (2012), aunque ahí ya era evidente que el tema se agostaba, se agotaba.

De hecho, esta misma Kirikú y las bestias salvajes, siendo una película modesta y adorable, ya adolece del problema típico en casi todas las continuaciones (sean secuelas, precuelas o “para-cuelas”), la falta del impacto que tuvo en su momento la idea original. Estamos entonces ante una película apreciable, que se deja ver con agrado, pero un punto inferior en su interés con respecto a la primera y primigenia Kirikú y la bruja.

(29-05-2020)


Género

Nacionalidad

Duración

75'

Año de producción

Kirikú y las bestias salvajes - by , May 29, 2020
2 / 5 stars
El niño diminuto que “se nació” solo